Quizás sea en este
momento que escribo y que estoy algo excitado. Quizás sea mi impaciencia o
desespero, quizás sea mi rebelión a las dificultades y problemas que se me
presentan cada día, o a mis desganas, comodidades, caprichos o apetencias. Una
serie de quizás que pueden ser la causa del abandono de mis cuidados y no
proveerme del aceite necesario para que mi lámpara se mantenga encendida.
Porque, el Señor
viene a cada instante y me llama a que tenga mi lámpara preparada y provista de
aceite. Es una gran equivocación esperar a la hora de mi muerte para esperar al
Señor cuando hoy, ahora, en este instante el Señor está contigo. Solo tienes
que mirarlo, hacer silencio en tu corazón y escuchar su Llamada y su Voz.
Y, por supuesto,
tener cargada tu alma y tu corazón de buenas intenciones, de actitudes de
servicios, de disponibilidad a hacer la vida agradable al que está a tu lado y
de poner todo tu amor en reflejar la misericordia de Dios. Eso supone ser
prudente, tener tu alcuza llena de aceite y esperar al Señor que decidirá el
encuentro definitivo cuando Él quiera decidirlo.
En esas actitudes podemos considerar que estamos preparados para, no solo esperar al Señor, sino preparados para cada instante que el Señor nos sorprende con su presencia y llamada. Eso significa que cada día tendremos que revisar nuestras alcuzas y proveerla del aceite del amor, comprensión, paciencia y servicio. ¿Y qué difícil nos resulta, no? Diría que imposible si no contamos con el Espíritu de Dios.