domingo, 12 de mayo de 2024

ID AL MUNDO ENTERO Y PROCLAMAR EL EVANGELIO

La consigna es: «el que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea será condenado» De ahí que nosotros tengamos la responsabilidad de, al menos, posibilitar que conozcan a Jesús, es decir, anunciarlo. Y ese es precisamente el mandato que Jesús nos manda: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará».

Jesús Asciende al cielo, y con Él lleva nuestra humanidad que ha tomado al entrar en este mundo. Tiene la Naturaleza Divina, pero también la humana. Se ha hecho hombre como nosotros, menos en el pecado. E inaugura en el cielo nuestra humanidad. Es hombre como nosotros, nos conoce y ha compartido tres años con sus más íntimos discípulos. Todo lo que supuso su vida en este mundo nuestro: su vida concreta, su palabra, sus deseos para la humanidad, las luchas que sostiene para realizarlas, su modo de amar, sufrir y morir se han ido con Él al Cielo y están junto al Padre. Allí donde aspiramos nosotros llegar un día.

Esa espera y esperanza – valga la redundancia – es la que debe sostenernos a nosotros firmes en la fe y en su Palabra. Esa idea debe estar cocida a fuego en el centro de nuestro corazón. Esperamos, un día, subir también nosotros con nuestra humanidad, limpia y purificada por los méritos de nuestro Señor Jesús, a ese inimaginable Cielo donde nos espera Jesús para presentarnos a su Padre.

Todo lo humano de Jesús – dice Francisco José Ruiz, SJ -  se halla en Dios. Cuanto somos como humanidad es, por fin, escuchado, entendido y acogido en el cielo. Dios – sigue Francisco José Ruiz, SJ – conoce nuestro idioma. Si estamos en Jesús y, por medio de su Palabra le conocemos, en la misma manera conocemos al Padre. Él y el Padre son uno. Diríamos, parafraseando a Francisco José Ruiz, SJ, que el ser humano conoce igualmente el idioma de Dios.