domingo, 7 de octubre de 2018

CONOCIMIENTO Y COMPROMISO

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Mc 10,2-16
La unión de dos personas puede realizarce por diversos intereses y conveniencias. Pueden relacionarse por asuntos económicos, mercantiles o deportivos, pero también, caso de tratarse de hombre y mujer por un compromiso de amor. Y digo, hombre y mujer, porque fuera de ese parámetro estamos hablando de desviaciones o intereses humanos donde el hombre quiere meter la mano y dirigir la creación.

Hay un sólo Creador y desde el principio, ante la pregunta que hacen los fariseos refiriéndose a que Moisés les permitió repudiar a la mujer, Jesús les responde: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre».

El matrimonio es una vocación a la comunidad por un compromiso amoroso. Es una vocación al compartir todo desde los sentimientos hasta la pasión y a prolongar ese compromiso de amor en los hijos. Abiertos a la vida. Es la escuela de amor donde los esposos maduran su compromiso y donde tienen la oportunidad de darse, de soportarse, de entenderse, de sacrificarse, de crecer como personas y de ser un ejemplo para sus hijos. Es la unidad familiar célula de los pueblos, pues ellos están formados por familias que se establecen en un lugar formándolos. 

Y dependiendo de como sean esas familias serán también los pueblos. La importancia del matrimonio es fundamental para la justicia, la verdad y la paz en los pueblos. Es un importante reflexión la que debemos hacer a este respecto, porque de ello dependerá el futuro de nuestros hijos. Y, por cierto, de ellos podemos aprender mucho, porque de su ternura, transparencia, pureza e inocencia necesitamos llenarnos, pues, «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él».