sábado, 6 de diciembre de 2025

MENSAJEROS DE VERDAD Y DE PAZ

Mt 9, 35-10, 1.6-8
    Mientras tomaba su buen café, Pedro se compadecía de todos aquellos que no tenían ese privilegio ni tampoco el bienestar del que él disponía. No sabía cómo agradecer esas condiciones ventajosas de las que disfrutaba.

    Sin poderse contener, dijo: «¡Dios mío, qué suerte la mía!».

    Manuel que compartía mesa con él, le miró extrañado y dijo:

     —¿Qué te ocurre? A qué viene ese clamor.
   —Estaba pensando en los beneficios que tengo, mientras que otros carecen de casi todo y no saben si comerán al día siguiente.
    —¡Y no solo eso! —respondió Manuel—, sino que no tienen quien les cure o les atienda. Están extenuados y abandonados. La vida se les endurece fuertemente.
    —¡Es verdad! —exclamó Pedro con cara de circunstancia. No sabemos valorar lo que tenemos.

   Ambos amigos cruzaron sus miradas, y levantando sus ojos al cielo, expresaron su agradecimiento con una plácida sonrisa de humilde reconocimiento.

     Manuel sacó de su agenda su pequeño evangelio y, buscando en Mt 9, 35-10, 1.6-8, leyó:

    En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.

     Levantó la mirada, dio un rodeo con sus ojos y observó que le escuchaban más tertulianos que acababan de llegar. Entonces, mirando de nuevo el evangelio, prosiguió:

  —Al ver la muchedumbre, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dice a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

   Hizo una pausa. Miró a todos, y con una plácida sonrisa y suave voz les invitó a que escucharan lo que Jesús dijo a sus discípulos:

    —Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis.

    Todos habían caído en la cuenta de que hoy se acumulan los descartados en el mundo que sufren la pobreza, el hambre, la guerra, la falta de educación, la enfermedad o el olvido.

   Hoy necesitamos seguir engrosando el grupo de los doce discípulos enviados a curar y liberar pidiendo al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.