Lc 14, 25-33 |
Estaba
pensado … —decía Pedro— que la vida se hace dura en muchos momentos del camino.
A veces insoportables, y otras, difíciles de asumir. Supongo que es la cruz que
todos tenemos que cargar. ¿No es así, Manuel?
—Pienso
que algo de eso hay. Experimentas que el enigma de la vida está por encima de
ti. No puedes controlarla ni abarcarla. Te supera. Y eso te exige cargar esa cruz
a la que tú aludes.
Pedro hizo
un gesto de aprobación y añadió:
—Realmente,
pienso como tú.
—Además, añadió
Manuel, en el Evangelio de Lc 14, 25-33, Jesús deja muy claro el camino para
quien quiera seguirle: «Si alguno viene a mí y no pospone
a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus
hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío».
—Será duro
ese seguimiento. ¿No te parece?
—Evidentemente,
es una cruz que pesa y con la que ha de hacerse el camino. Cansa, pero también
consuela al experimentar que seguimos la vía tomada por Jesús y nos
solidarizamos en alguna medida con su destino.
—¡Uf, me
quedo sin palabras!
—Pero, nunca
olvides que detrás de esa cruz está la plenitud gozosa de la resurrección
eterna.