miércoles, 30 de agosto de 2023

HIPOCRESÍA, CONSECUENCIA DE LA INCOHERENCIA

Cuando no respondemos a lo que realmente pensamos y hacemos lo contrario, decimos que somos incoherentes. Es evidente, aunque lo queramos disimular, que en nuestro corazón está sembrada la semilla del bien y que sabemos discernir lo que está bien y lo que no lo está. Pues bien, cuando nuestros actos no se corresponden con esa buena intención de hacer el bien estamos mintiendo y su consecuencia es la hipocresía.

El pecado se esconde en esa doble vida: aparentar el bien tras una capa hipócrita de la mentira. Fingimos hacer el bien escondidos en la hipocresía de la mentira. Esa es la gravedad y la sustancia de la corrupción. No es de extrañar la dureza con la que Jesús los trató: (Mt 23,27-32): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad…

Y cada vez que mi vida se esconde en la hipocresía, en la mentira, en la apariencia estoy falseándola. De ahí la importancia de mostrarnos tal cual somos, sin arrogancia ni mentiras, sino tal como somos, con nuestros pecados, nuestras debilidades y nuestros errores. El Señor sabe de que pasta estamos hechos. Él nos ha creado y lo que quiere es que reconozcamos nuestros pecados. Su Misericordia es Infinita y nos perdona.

Esa es la diferencia entre la hipocresía y el pecador. El hipócrita lleva una doble vida aparentando lo que no es. El pecador cae y cae, pero arrepentido se levanta por la Misericordia de su Padre Dios, se esfuerza en caminar recto y, asistido en el Espíritu Santo, continúa su camino. Su vida es transparente, reconoce su debilidad, se confiesa pecador y pide misericordia a su Padre Dios.

Precisamente, son a esos, los pecadores, lo que ha venido a salvar el Hijo. Y, precisamente, es a ese Médico a quien necesitan acudir los enfermos de pecados.