lunes, 11 de noviembre de 2019

¿ME TOMO EL PULSO DE MI FE?

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Lc 17,1-6
Normalmente todos pensamos que nuestra fe no es muy firme. Todos nos acusamos de tener poca fe, o, en su defecto, una fe débil, pero, ¿en realidad me tomo el pulso de mi fe? Porque, la medida de nuestra fe se descubre en situaciones límites. Y no me refiero a situaciones que son de vida o muerte, sino que quiero significar con límites a ese punto donde tenemos que dar nuestra opinión y soltar nuestra reprimenda y miramos para otro lado.

En mi opinión la Iglesia no debe permanecer callada en tiempos de elecciones. No debe permanecer impávida y en silencio sin orientar y clarificar la postura católica. Debe animar a participar y a depositar el voto siguiendo los criterios de la verdad y la justicia primando la defensa de los más necesitados y excluidos. Es verdad que no debe señalar tanto a favor como en contra a ningún partido ni colectivo político, pero sí orientar el sentido de nuestra participación según los criterios evangélicos. 

El Obispo José Ignacio Munilla ha hecho una reflexión que nos puede servir de orientación - ver aquí -, pero que echo de menos no haya más y proliferen en la Iglesia en estos momentos. Creo que no es inclinarse por ningún partido, eso corresponde a cada persona, pero si creo que la Iglesia tiene el deber de orientar y formar a los católicos y creyentes comprometidos. Y la prueba que no hay ninguna intención política es que esta reflexión sale publicada el día después de los resultados electorales.

Y es que el Evangelio de hoy nos llama a cuidarnos de no provocar escándalo y de reprender a aquellos que los puedan provocar y realizar. Porque, podemos permitir el escándalo, la manipulación y perversión cuando permanecemos en silencio y omitimos y ocultamos la debida orientación y formación a los fieles dejándolos, sobre todo a los más indefensos a merced de los que intencionadamente buscan sus intereses. Permitimos el escándalo, y eso nos hace cómplice, cuando no reprendemos ni alzamos la voz contra los que escandalizan a los más pequeños e inocentes.