jueves, 19 de octubre de 2023

UN CAMINO DE CONFLICTOS

Se van unos y vienen otros. Me refiero a los conflictos y enfrentamientos. Se hace la paz pero, pronto llega de nuevo la guerra. La experiencia de nuestra vida, aunque corta, nos descubre esa realidad: «pasamos más tiempo en guerras y enfrentamientos que en espacios de paz» Y está claro, nuestra soberbia y egoísmo enciende la llama del odio, la venganza, el ser más fuerte y, en consecuencia, la guerra.

En estos momentos estamos en guerra. Y digo en guerra porque cuando hay una pelea todos sufrimos y todos padecemos ese dolor aún en la distancia. Nos une, sobre todo la oración, y todo aquello que podamos hacer. Es verdad que desde la lejanía nos sentimos impotentes y como fuera del combate, pero queremos estar presente sobre todo espiritualmente y de manera concreta y especial en la oración.

La Ley nunca puede encorsetar la vida del hombre. Está puesta para ayudarle, para dirigirle y encauzarle por el camino de la verdad y justicia, pero nunca para esclavizarle y ser protagonista de su cumplimiento. La Ley deja de ser ley cuando deja de amar y buscar la verdad. Porque solo la verdad puede liberar y darle verdadera libertad al hombre.

Por tanto, nunca se puede poner límites a la verdad, a la buena intención de hacer el bien que está por encima de la ley. Porque, si estamos salvados por el Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios, ¿cómo nos podemos nosotros atrever a no ser misericordiosos ante la Ley? No está hecha la Ley para someter al hombre sino para servirle y liberarle de la pereza fortaleciéndole su voluntad y dándoles posibilidades de enmendarse y levantarse. Porque, está para servir y en función del bien del hombre. Nunca para someterle ni para esclavizarle.