Es evidente que necesitamos
comer para vivir. Y cierto que el pan que comemos, extraído de este mundo, nos
da vida, pero no vida eterna. Sin embargo, aunque no lo advirtamos claramente, el
hombre aspira a vivir eternamente. O dicho de otro modo, no queremos morir. Nos
aterra la muerte y buscamos la vida eterna.
Pues bien, así de sencillo,
esa es la propuesta que Jesús nos propone: (Jn 6,44-51): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente:
«Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le
resucitaré el último día. Está escrito en … En verdad, en verdad os digo: el
que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron
el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que
quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de
este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la
vida del mundo».
Está claro, el único y verdadero alimento que nos da esa vida eterna en plenitud que buscamos y queremos es Jesús, el Señor, el Hijo de Dios Vivo. Sus Palabras nos lo deja muy claro. Ahora, la cuestión es, ¿le crees o no? Y eso ya depende de ti. Dios te ha dado la libertad de elegir. De ti depende. Lo que debe quedarte muy claro – la experiencia nos lo descubre – es que en este mundo no está esa felicidad y vida eterna que buscas.