jueves, 27 de mayo de 2021

JESÚS, SUMO SACERDOTE

 

La experiencia nos dice que las cosas que nos apetece, tanto materiales como espirituales tienen un límite. A nosotros nos gustaría que fuesen infinitas, es decir, que nos saciarán plenamente, pero, no es así. Llegamos a hartarnos y a no poder más. Incluso, a enfermarnos y aborrecerlas si no paramos de consumir. Y, ¿qué ocurre?, pues, volvemos a sentir deseos de consumir, de buscas satisfacciones. Es el caballo de cada día.

Pese a todo, nuestra insistencia y perseverancia consiste en erre que erre. Es decir, en tratar de conseguir ese deseo de satisfacernos plenamente y eternamente. Porque, el tener que dejarlo y volver a consumir nos cansa, nos resulta rutinario y hasta fatigador. Queremos, en definitiva, ser felices siempre. Y esa felicidad que buscamos, Jesús, nos la da en Él mismo, su Cuerpo y su Sangre. 

Él es el alimento eterno y pleno de felicidad y gozo que nos sustenta y mantiene nuestra esperanza siempre en deseos de avanzar y crecer. No hay duda, todos le reconocemos como Sumo y Eterno sacerdote. Desde el primer instante de su vida en este mundo, su misión fue cumplir la Voluntad de su Padre y su entrega al servicio de todos los hombres. Por ellos, por amor incondicional, entregó su Vida.