lunes, 8 de abril de 2024

ENTRE LO POSIBLE E IMPOSIBLE

Si tratáramos de situar nuestra fe convendríamos que está entre lo posible e imposible. Con la apuesta segura por lo posible. De esa manera, nuestra fe, situada en el nivel utópico de lo imposible, quedará marginada y excluida. Y eso es precisamente lo que ocurre a través del tiempo en el mundo en que vivimos. La idea de Dios se rechaza.

No se entiende como de Nazaret, una alquería insignificante, olvidada  y sin ninguna relevancia ni renombre, y para colmo, de una mujer desconocida y común del pueblo vaya a nacer el Mesías prometido y profetizado por  Isaías 7, 14. Eso está dentro de lo imposible y de lo no creído. Y la consecuencia de todo eso es la incredulidad al Misterio de la Encarnación y a la fe en Jesucristo, nuestro Señor.

Desde ahí se nos hace posible entender la exigente necesidad de la humildad. Cuando las cosas no caben en nuestras cabezas, es decir, están en el nivel de lo imposible, necesitamos ser humildes para poder creer sin ver ni entender. La idea de un Dios hecho Hombre y entregado a darnos la vida eterna dando su Vida en una muerte de Cruz, es algo imposible de creer y confiar en nuestra pequeña y limitada cabeza.

Es evidente que nos hace falta la fe. Y como no la podemos tener porque no entra en nuestra limitada mente, necesitamos buscarla y pedirla a nuestro Padre Dios. Porque, solo Él puede metérnosla en nuestra cabeza. Y si no la buscamos en Dios, suplicándole que nos la dé, nunca la encontraremos. Nuestra razón no ha sido creada para poder entender lo imposible. Eso solo está supeditado a Dios. Para Él no hay nada imposible.