domingo, 7 de abril de 2024

SI BUSCAMOS, EN ALGÚN MOMENTO VEREMOS LA LUZ

La clave está en la búsqueda y en la perseverancia. Claro, la perseverancia dependerá de la persistencia y del interés de nuestra inquietud. Una persona inquieta se sostiene en su búsqueda de dar respuesta a esa inquietud e interés. Quien busca a Jesús termina por encontrarlo. Y esa llama de búsqueda está impresa en el corazón del hombre. Ahora, lo que hace falta es prenderla, darle fuego y que arda hasta que alumbre totalmente su entendimiento.

Posiblemente eso fue lo que hizo Jesús en esos cincuenta días previos a Pentecostés. Sus apariciones a los apóstoles iban dirigidas a fortalecerles la fe, a impulsarles a dar testimonio de lo que veían y habían vivido. A darles testimonio y razones de su Resurrección. Y, por supuesto, sus corazones prendieron de esa llama de Luz que, en el Espíritu Santo, no cesaron de anunciar esa Buena Noticia de Salvación.

Una paz que libera y fortalece. No se trata de una paz pasiva y que pasa de todo, sino de una paz interior que da fuerzas para sostenerse en la actividad, en los problemas, en la lucha de cada día contra el mal o contra la idolatría. Es una paz que da sosiego interior, que resume gozo en el alboroto exterior y en el peligro de los que la rechazan. Es la paz de sabernos en la presencia del Espíritu Santo y amparados en la seguridad de un Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios. Es la paz de la confianza y fe en nuestro Padre Dios que, sabiendo de nuestras debilidades y limitaciones, confía en nosotros y pone su Palabra en nuestras bocas.

Es la paz de quienes sabemos que dar y darnos es más enriquecedor que guardarnos y callarnos. Que anunciar y testimoniar es más gozoso que encerrarnos en nuestros miedos y paralizar nuestra lengua y entendimiento.