miércoles, 30 de diciembre de 2020

JESÚS SALE A TU ENCUENTRO

Lc 2,36-40

Nuestro Dios es un Dios diferente a todos los que se presentan en otras religiones. Nuestro Dios es un Dios cercano que sale a nuestro encuentro y camina con nosotros. Es un Dios que nos buscas, nos llama y nos espera pacientemente. Es un Dios que ha hecho una nueva Alianza con su pueblo - Jr 31, 31-33 - y le ha dejado su huella en su corazón. De modo que, dentro de nosotros arde esa llama que nos pone en disposición de abrirnos a su llamada y a su búsqueda.

Muchas veces nos preguntamos dónde está Dios y, muchas veces no encontramos respuestas ni tropezamos con Él. Pero, ¿nos preguntamos qué hacemos para provocar ese encuentro? Seguramente, muy poco, o casi nada. A ese propósito, el Evangelio de hoy nos pone un buen ejemplo. Nos habla de Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Apreciamos como la profetisa Ana se encontró al final de su vida con Jesús. O mejor, que el Señor en ese Niño nacido en Belén se le revela como libertador y salvador del pueblo de Israel. También a nosotros se nos presenta, pero, ¿estamos atentos y preparados como Ana? Posiblemente, Ana podría estar entre esas cinco doncellas prudentes de la parábola - Mt 25, 1-13 - de las diez vírgenes.

Ahora, ¿estamos nosotros atentos, como Ana, a la venida del Señor? ¿Le abrimos nuestros corazones para que nazca cada día en él? ¿Crecemos y nos robustecemos como el Niño Jesús en la sabiduría, fortaleza y paz por la Gracia del Señor? Porque, solo así estaremos preparados para recibirle. Es Dios quien te busca y sale a tu encuentro.