miércoles, 4 de diciembre de 2019

¡COMPASIÓN!

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Mt 15,29-37
Sentir compasión por aquellos que lo pasan mal es amarlos, porque cuando se ama te preocupa que el ser amado esté bien y no sufra. El sufrimiento es rechazado por el ser humano y el amor se descubre en que ese sufrimiento no lo padezcan las personas. El sufrimiento y la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto conmovierón a Dios para liberar al pueblo elegido de su afligimiento y sometimiento. Dios escucho la angustia y sus clamores afligidos a los que estaba siendo sometido por Egipto.

Amar no busca tu propio gozo a costa del otro, sino todo lo contrario, busca el bien del otro. Dios nos ama y busca nuestro bien manifestado en todo lo que hace por nosotros. Nos ha regalado la vida y nos envía a su Hijo para liberarnos de la esclavitud del pecado y llevarnos a la Gloria Eterna. A lo largo del plan de salvación que Dios ha pensado para el hombre nos muestra como nos quiere y como nos perdona todas nuestras ofensas y rechazos. Hace una nueva Alianza con su pueblo después de haber rechazado la primera y les promete la Salvación Eterna a todos aquellos que perseveren y crean en Él.

Dios se compadece del hombre y de su debilidad. Le busca y le ofrece volver a levantarse y emprender el camino. Está comprometido con su salvación. Salvación que no merece el hombre, pero que Dios se la regala pacientemente y misericordiosamente. Sin lugar a duda, el Amor de Dios es un misterio que nunca el hombre podrá entender hasta que Dios se lo permita.
Una y otra vez Dios se compadece del hombre. Hoy en el Evangelio, Jesús, el Hijo de Dios Vivo, siente compasión por las debilidades humanas y, compadecido, alivia su dolor físico, pero también le libera del dolor del pecado que le lleva a la muerte eterna. Una muerte que le separa del gozo de permanecer en el amor junto al Padre y que le invade de dolor y angustia eterna.