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(Mt 25,1-13) |
¿Dónde nos colocamos
en este momento, en la zona prudente o en la necia? Esa es la pregunta que
hoy nos plantea el Evangelio. Ser prudente es saber discernir el bien del mal,
lo justo de lo injusto, lo bueno de malo. Eso supone y exige estar preparado y
vigilante para no verse sorprendido.
Y de eso no habla hoy el Evangelio. Nos descubre la prudencia y la necedad.
Jesús, el Señor nos describe la prudencia de unas vírgenes frente al descuido
de las necias que descuidan toda prevención y cuidado. ¿ Cómo estamos nosotros
ante esta actitud negligente y descuidada de las necias? ¿'Nos vemos con la
misma actitud?
La vida, nuestra vida, necesita aceite que la sostenga engrasada y la mantenga
preparada, lista y disponible para salir corriendo al servicio de la llamada.
Porque, nuestro aceite no es para nosotros sino para mantenernos despiertos y,
respondiendo a la llamada, estar presente a la llegada del Novio y poder
atravesar la puerta. Esa puerta estrecha a la que Jesús nos invita, para
llegar, por medio de ella, a la puerta grande y verdadera que nos abre el
Novio.
Es, a través del las vírgenes prudentes y necias, como Jesús nos habla de
nuestras actitudes y negligencias. Nos advierte y nos señala el camino para
estar preparados. La lámpara de nuestra vida, el Señor, tiene que estar siempre
activa, encendida e iluminándonos constantemente. Y eso no depende de Él,
porque por Él lo está, sino del regalo de nuestra libertad, que se nos ha dado
para ponerla en Manos del Espíritu Santo y dejarnos guiar.
El Señor quiere nuestra colaboración, nuestra disponibilidad, nuestro sí,
como el de María, y nuestra actitud vigilante y perseverante. Con la lámpara de
nuestro corazón bien provista del aceite, la oración y la contemplación, que,
en Jesús, nos alimenta y fortalece para sostenernos en una actitud constante y
vigilante.