La enseñanza de
Jesús, esa Buena Noticia que nos trasmite nos la da tal u como Él la recibe del
Padre. Jesús, el Hijo, nos enseña todo lo que recibe de su Padre. De la misma
manera, también nosotros, debemos transmitir y enseñar todo lo que recibimos de
Él.
Jesús, el Señor,
nos ha anunciado el Amor Misericordioso de su Padre y sus deseos de liberarnos
de la esclavitud del pecado y la condenación. Jesús nos anuncia de que el
Padre, también nuestro Padre, quiere que seamos todos felices para la eternidad
y, por medio de Él, el Hijo, quiere señalarnos el Camino, la Verdad y la Vida.
Jesús nos enseña a
relacionarnos con el Padre y nos ha dejado una oración que resume y orienta
nuestra relación con nuestro Padre: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado
sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y
perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que
nos debe, y no nos dejes caer en tentación».
Nuestro Padre es
un Padre que se cuida de nosotros, nos regala y ofrece su Reino. Un Reino de
paz, de felicidad eterna y gozo. Nos da todo lo necesario para llegar hasta Él.
Nos perdona todas nuestras debilidades y pecados en la misma medida que nosotros
perdonamos a los demás. Y nos libera de caer en los peligros y tentaciones que
el Maligno nos prepara.
Será, por tanto, muy necesario estar en íntima relación con el Señor y vivir de acuerdo con sus enseñanzas. Enseñanzas que Él ha recibido de su Padre. Por tanto, nuestro camino es vivir de acuerdo con lo que Jesús, el Hijo, nos ha enseñado de su Padre. Su Palabra, derramada en los Evangelios, es Palabra de Dios Padre.