martes, 4 de julio de 2023

SOLO EN EL PELIGRO NUESTRO CORAZÓN SE ABRE AL ENCUENTRO CON NUESTRO PADRE DIOS.

La experiencia nos descubre que solo ante el peligro nuestro corazón se vuelve pequeño, niño, miedoso y recurre en busca de su padre. En estos casos cuando la vida corre peligro y nadie puede ayudarnos, la presencia y petición desesperante a nuestro Padre Dios, quien lo puede todo, se hace suplicante e inmediata. Solo en la humildad y reconocimiento de nuestra pequeñez y pobreza podemos descubrir y encontrar a nuestro Padre Dios.

Es evidente que cuando me van las cosas bien no me acuerdo de quienes me ayudaron o incluso llego a pensar que ya no los necesito. Sí, puedo recompensarlos o devolverle la ayuda, pero me siento fuerte y poderoso. Descubrir a Dios desde esa situación y perspectiva resulta muy difícil. Entre otras cosas porque Dios no se encuentra ahí. Dios no habita en la suficiencia ni en el poder. Lo ha dicho muy claramente: He venido a salvar a los pobres y pecadores.

Reconocerse pobre y pecador exige mucha humildad. Sobre todo en aquellos que son ricos, privilegiados e influyentes. Solo cuando experimentamos esa pobreza e importancia por nuestros pecados podemos situarnos en percibir que Dios está a nuestro lado y que su Misericordia es Infinita. Y que nos tiende su Mano para levantarnos, seguir el camino y llenarnos de esperanza.

Posiblemente necesitemos situaciones como en la que se encontraron aquellos discípulos en la barca. Posiblemente necesitemos experiencias de vernos con el agua al cuello para que, desde lo más profundo de nuestro corazón, arranque un alarido de perdón, de grito humilde solicitando humildemente misericordia y salvación. Por eso, más que preguntarnos el ¿por qué?, mejor interiorizar el ¿para qué? Porque todo lo que nos pueda acontecer y suceder será para bien si somos capaces de darnos cuenta de que toda nuestra vida está en las manos de nuestro Padre Dios. Y que solo Él nos puede salvar. De manera que junto a Él nuestros miedos deben de desaparecer.