sábado, 11 de marzo de 2023

LA ESPERANZA DEL PERDÓN MISERICORDIOSO

Esa es la lucha de cada día, convertir nuestro corazón justo en un corazón misericordioso, porque la justicia, nuestra justicia, tiene un límite que pasado, no perdonamos. Cuántas veces hemos oído, y hasta salido de nuestra boca, la frase:  Eso no lo perdono. Sin embargo, ¿no hemos pensado que gracias a la Infinita Misericordia de Dios nuestros pecados son perdonados?

Es decir, que nuestra salvación pasa porque nuestros errores, faltas y pecados son perdonados. Luego, ¿con qué cara nos presentamos nosotros ante nuestro Señor que no perdonamos a los que nos han ofendido? Eso sí, nosotros si podemos ofender al Señor, pero a nosotros nadie nos puede ofender. ¿Nos damos cuenta del craso error en el que estamos? La parábola – Mt 18, 21-35 – del rey que quiso ajustar cuenta con sus súbditos nos refleja claramente la Infinita Misericordia de Dios y la pobreza de la nuestra.

Esta parábola que Jesús nos cuenta en el Evangelio de hoy nos habla de la grandeza e infinita Misericordia del Padre. Porque, tras esas figuras del padre y sus dos hijos se esconde la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios que nos trata de esa forma paciente y amorosa hasta el punto de recibirnos con los brazos abiertos y no querer saber nada de nuestros pecados.

También, con su otro hijo, el hermano mayor, Dios es paciente, sale a su encuentro y le descubre su infinito amor que quizás él no ha sabido apreciar ni descubrir. Su obediencia, que tanto él estima y valora, está sometida a su afán de tener y poseer. Por eso, la presencia de su hermano le molesta y pone en peligro su ambición.

Es posible que a nosotros nos suceda algo parecido. Permanecemos en la Iglesia más por miedo a condenarnos, por la recompensa prometida, por si acaso… Pero, por amor gratuito y desinteresado como el Padre nos ha dejado ver con su hijo parece que no. Y ese es el punto al que tenemos que esforzarnos en llegar. Claro, asistidos por el Espíritu Santo. Queda manifiesto que por nosotros mismos nunca llegaríamos. Y, por supuesto, confiando siempre en la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios.