sábado, 17 de noviembre de 2018

ORAR DESDE LA FE

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Lc 18,1-8
La oración se hace oración verdadera cuando viene alimentada desde la fe. Una oración interesada desde la petición de solución para un problema económico o de otro tipo no es oración, sino una petición por y para el interés de solucionar un problema que te amenaza o te preocupa. Y que, dependiendo de su resultado, tendrá tu aceptación o no.

La oración debe estar apoyada y fundamentada en la justicia y la verdad. Y debe ser insistente y perseverante, confiada en la Misericordia del Señor. El Evangelio de hoy nos pone como ejemplo de insistencia a esa viuda que reclamaba justicia de forma constante y tenaz que logró la atención de aquel juez que no la escuchaba. Su insistencia y perseverancia dieron fruto y lograron que el juez accediera a atenderla.

¿Cómo no nos va a atender y escuchar nuestro Padre Dios si le insistimos y perseveramos en pedirle lo que realmente necesitamos? Un Padre que ha demostrado su Amor y compromiso con sus hijos entregando a su único y Unigénito Hijo como víctima propiciatoria para el rescate de todos los hombres. Se hace, pues, necesario insistir apoyado en la confianza y misericordia de nuestro Dios.

Otra cosa es que nos empeñamos en pedir caprichos o cosas injustas. Padre Dios, un Padre Bueno, no nos puede dar caprichos ni cosas injustas que no nos convienen ni nos ayudarían a crecer en santidad. No nos puede dar cosas que sean producto de envidias, pasiones, venganzas, riquezas, suficiencias, vanaglorias o simplemente ser mejor que éste o aquel. Tenemos y debemos hacernos una pregunta: ¿Sabemos pedir?

Mejor ponernos en sus Manos y confiar en Él, que sabe, mejor que nadie y que nosotros mismos, lo que  realmente necesitamos, y eso será lo que nos dé. Él es nuestro buen Pastor, nos cuida y nos protege y defiende, así que en sus Manos estaremos seguros y bien. Por nuestra parte no dejemos nunca de insistir.