martes, 9 de junio de 2020

SAL Y LUZ

MATEO 5, 13-16 | Evangelio san mateo
Sabemos lo que significa sal y luz, y sabemos también los efectos que ambas producen. Cuando probamos algún plato que no lleva sal notamos rápidamente que su sabor no es el apetecido. Advertimos enseguida la ausencia de sal para darle gusto a ese plato. Lo mismo ocurre con la luz. Su ausencia nos deja a oscura y nuestra vida queda cegada por esa oscuridad. Dar luz significa volver a ver los colores y todo lo que nos rodea. Sí, realmente sabemos lo que significa ser sal y luz.

Pero, no basta con solo saberlo, sino que hay que serlo. Para dar sabor y luz hay primero que tener ese gusto y esa energía para alumbrar. Si no llevo el gusto de Dios y la vivencia de su amor dentro de mí, no podré contagiarlo ni dar sabor a las cosas con las que me mezclo y comparto. Sólo llevando a Dios y, por supuesto, su amor, podré darlo y transmitirlo a los otros. De la misma manera, si soy capaz de dejarme alumbrar y vivir en esa luz que me viene del Espíritu Santo, podré pasarla y darla alumbrando al entorno de los que me rodean.

Ser sal y luz significa ser testigo del amor de Dios. Y, ello no consiste en decirlo ni comunicarlo de palabra, sino de vivirlo en y con mi vida, dándolo a conocer con mi misma vida. Una vida que se mueve entre sombras y luces; entre alegrías y tristezas; entre dolores y sufrimientos. Pero, a pesar de ello, una vida que se llena de esperanzas y fe en Aquel que da sentido a todo nuestro camino y que fortalece nuestro vivir llenándolo de esperanza y de verdadera fe dejando huellas en nuestras actitudes y modo de vivir.

Y son esas actitudes, que configuran nuestra manera de obrar, las que irán dejando testimonio de nuestra palabra y transmisión de la Buena Noticia. Esa Buena Noticia que sólo llenaremos de buen gusto y de luz siendo realmente sal y luz como Dios manda.