domingo, 17 de julio de 2022

LA ATENTA ESCUCHA DE MARÍA

La fe exige obras. Una fe sin obras es una fe muerta, aparente y sin fundamento. Eso realmente no es fe. Son las obras las que visibilizan la fe y, por tanto, sin obras, la fe deja de ser verdadera fe. Pero, por otro lado, la fe necesita tiempo de maduración y esa maduración exige contemplación y atenta escucha, sin la cual será imposible conseguir que la fe – por otro lado, don de Dios – pueda crecer y madurar.

En el Evangelio de hoy, María, hermana de Marta, nos ofrece ese testimonio contemplativo de atenta escucha para que la fe germine en lo más profundo de nuestro corazón. Ha escogido la mejor parte, llega a decir Jesús en el Evangelio: «María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».

Ahora, ¿y nosotros que escogemos? ¿Ponemos verdadera atención a la Palabra, la leemos o escuchamos con atención o, simplemente, lo hacemos ligeramente, de pasada y sin tenerla en cuenta durante cada día de nuestra vida? Posiblemente esa sea la lección y conclusión que debamos sacar de esta lectura evangélica. Quizás, lo bueno sea que el ejemplo de María nos anime a aprovechar la ocasión para leerla y sacar el deseado provecho.

 

«Es verdad, pensaba Manuel, que no prestamos la debida atención a la lectura ni a la escucha de la Palabra de Dios. Posiblemente, ponemos, el acento en otras cosas que, pareciéndonos más importante, no lo son»

―¿Qué piensas al respecto ―preguntó Manuel― sobre la lectura del Evangelio de hoy?

―Creo que está claro ―respondió Pedro. Sin una verdadera y atenta escucha a la Palabra la fe no tendrá oportunidad de asentarse y crecer dentro de nosotros.

―Así es ―afirmó Manuel. La fe es un don de Dios, pero necesita de nuestra colaboración y de que le abramos la puerta de nuestro corazón. Somos libres para rechazarla o dejarla entrar.

 

Esa es la cuestión, escoger la mejor parte, tal y como hizo María, hermana de Marta, significa abrir la puerta de nuestro corazón a la fe con la escucha atenta y contemplación paciente a la Palabra de Dios. Una contemplación activa, es decir, no quedarnos solo en la contemplación sino complementarla con la acción. Marta y María representan esa atenta escucha a la Palabra de Dios: contemplación y servicio.