La
fe exige obras. Una fe sin obras es una fe muerta, aparente y sin fundamento. Eso
realmente no es fe. Son las obras las que visibilizan la fe y, por tanto, sin
obras, la fe deja de ser verdadera fe. Pero, por otro lado, la fe necesita
tiempo de maduración y esa maduración exige contemplación y atenta escucha, sin
la cual será imposible conseguir que la fe – por otro lado, don de Dios – pueda
crecer y madurar.
En
el Evangelio de hoy, María, hermana de Marta, nos ofrece ese testimonio
contemplativo de atenta escucha para que la fe germine en lo más profundo de
nuestro corazón. Ha escogido la mejor parte, llega a decir Jesús en el
Evangelio: «María
ha elegido la parte buena, que no le será quitada».
Ahora, ¿y nosotros que escogemos? ¿Ponemos
verdadera atención a la Palabra, la leemos o escuchamos con atención o,
simplemente, lo hacemos ligeramente, de pasada y sin tenerla en cuenta durante
cada día de nuestra vida? Posiblemente esa sea la lección y conclusión que
debamos sacar de esta lectura evangélica. Quizás, lo bueno sea que el ejemplo
de María nos anime a aprovechar la ocasión para leerla y sacar el deseado
provecho.
«Es verdad, pensaba Manuel, que no prestamos la
debida atención a la lectura ni a la escucha de la Palabra de Dios.
Posiblemente, ponemos, el acento en otras cosas que, pareciéndonos más
importante, no lo son»
―¿Qué piensas al respecto ―preguntó Manuel―
sobre la lectura del Evangelio de hoy?
―Creo que está claro ―respondió Pedro. Sin una
verdadera y atenta escucha a la Palabra la fe no tendrá oportunidad de
asentarse y crecer dentro de nosotros.
―Así es ―afirmó Manuel. La fe es un don de
Dios, pero necesita de nuestra colaboración y de que le abramos la puerta de
nuestro corazón. Somos libres para rechazarla o dejarla entrar.
Esa es la cuestión, escoger la mejor parte, tal y como hizo María, hermana de Marta, significa abrir la puerta de nuestro corazón a la fe con la escucha atenta y contemplación paciente a la Palabra de Dios. Una contemplación activa, es decir, no quedarnos solo en la contemplación sino complementarla con la acción. Marta y María representan esa atenta escucha a la Palabra de Dios: contemplación y servicio.
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