Es
evidente que se trata de un camino de sorpresas y misterios; un camino de
alegrías y sufrimientos; un camino de luces y sombras. Seguir a Jesús, y en eso
María es referencia y modelo, no es nada fácil. Exige renuncias, esfuerzo,
paciencia, perseverancia, esperanza y, sobre todo, fe. Fiarse de su Palabra y
guardarla, a pesar de que haya oscuridad en nuestro entendimiento, en nuestro
corazón.
María
es la Madre que está siempre presente en la Vida de su Hijo. María es la Madre
que cree, persevera y camina – haya luz u oscuridad – tras los pasos de su Hijo
y a pesar de no entender en muchos momentos las oscilaciones, precipicios y
barrancos de ese camino. Se fía de la Palabra de su Hijo y, desde el primer
instante en el que le fue anunciada su elección de Madre, fue obediente,
humilde en hacer la Voluntad del Padre que la ha elegido.
María,
Madre de Dios, enséñanos a cumplir con la Voluntad de Dios para ser hermanos de
tu Hijo Jesús, el Mesías prometido. Amén.
―¿No
has reparado, Pedro, de las enseñanzas que podemos descubrir al contemplar y reflexionar
sobre las actitudes de María? ―señaló Manuel muy decidido.
―Es
notorio ―respondió Pedro― las enseñanzas que pueden desprenderse del camino que
María, primero, acepta, emprende y realiza con verdadera humildad, obediencia,
perseverancia y fe.
―Indudablemente
―añadió Manuel. María es referencia, modelo y guía que nos lleva directamente al
encuentro con su Hijo.
Ahora, nos toca a nosotros descubrir todo lo que – el camino de María – nos enseña para nuestra vida. Porque, mirándonos en María podemos también encontrar nosotros ese camino que nos lleva al encuentro con Jesús.
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