Mc 3,1-6 |
Al fin y al cabo son simplemente normas. Normas que no sirven sino para ordenar la convivencia y los valores entre los hombres. Por eso deben ir orientadas a buscar el bien y la verdad respecto a los hombres. Porque, son puestas para el bien de todos los hombres. Unas normas que no busquen el bien del hombre son erróneas y no sirven. Porque, la ley se hace para y en función del bien común.
Por eso, cuando la necesidad lo exige toda norma, que establecida no sirva para ayudar al bien del hombre, se quebranta y se anula. No podemos obviar que una enfermedad y cura urgente pueda postergarse porque coincida que sea sábado y domingo para el lunes. Y mientras qué, ¿sufre el enfermo? Incluso, ¿está en riesgo de perder la vida? Eso es incongruente y no entra dentro de la razón humana.
Se cae por su propio peso que la ley del sábado, establecida por los judíos contemporáneos de Jesús era una ley equivocad. Sin embargo, su orgullo, su tozudez y dureza de corazón les resistían hasta oponerse a la verdad y al bien común. Y no debe extrañarnos mucho, porque hoy ocurre lo mismo. Muchos creyentes, incluso dentro de la misma Iglesia, persisten en sus criterios y se oponen al de la propia Iglesia. Y se consideran cristianos, creyentes y mejores que los otros.
Perdemos el norte cuando dejamos de lado a Jesús y miramos para otros lugares o personajes. Perdemos nuestro rumbo cuando suplantamos a Jesús, quizás sin darnos cuenta, por los criterios de otros, por muy doctos y preparados que estén. El diablo sabe cómo hacernos daños y dividirnos. ¿Acaso, Jesús, el Señor, buscó a los mejores para instituir y formar su Iglesia? ¿Acaso, Pablo de Tarso no era un indeseable y perseguidor de los cristianos de su época? ¿Qué diríamos de Pablo hoy?
Pues bien, ¿quienes son aquellos que desobedecen los mandatos y criterios de la Iglesia cuando renueva, da poderes y permite que otros participen en la liturgia y en la distribución de los sacramentos? Todavía nos parecemos a muchos de aquellos fariseos y judíos que anteponían el sábado al bien del hombre.