jueves, 2 de diciembre de 2021

CONSTRUIR SOBRE ROCA

Mt 7,21.24-27

Sucede que muchos cristianos apoyan su fe en el cumplimiento de las normas o mandatos del Señor. No es nada nuevo, pues los fariseos del tiempo de Jesús – el Señor – apoyaban su fe en el cumplimiento de la Ley de Moisés más las que ellos habían agregado. Sin embargo, Jesús resumió sus mandatos en un solo mandamiento, que a su vez deriva en otro que está muy relacionado con el primero.

Se trata de amar a Dios, haciendo ese amor visible en el amor al prójimo. Sobre todo, a una clase de prójimo muy preferente para Jesús, los pobres, marginados e inocentes. Luego, todos los mandatos de la Ley son buenos, importantes y ayudan a lo verdaderamente importante, amar. Podemos decirlo de otra forma, amar a ese estilo que Jesús nos ha enseñado contiene todos los mandatos que Él nos ha sugerido y mandado.

Quien ama respeta, habla en verdad, es justo, no roba, no explota, no codicia…etc. Y quien hace eso con los más desfavorecidos lo está haciendo con su Padre Dios. Por lo tanto, no debemos poner nuestra mirada en la norma o mandato sino en el amor misericordioso, porque, lo segundo incluye a lo primero. Y pongo un ejemplo real. El otro día un compañero me decía esto: el domingo por la tarde iba a la santa misa, pero, me sentí indispuesto y regresé a casa. Al día siguiente me sentía intranquilo y no muy seguro si había cometido una falta grave, pues no celebré misa el domingo. La pregunta era, ¿puedo comulgar hoy o tengo que confesarme?

Mi respuesta fue que podía tranquilamente comulgar. El amor con el Padre y la relación de amistad no ha sido rechazada ni apartada. Simplemente, no se ha podido cumplir involuntariamente por tu parte. Por tanto, por qué motivo nuestro Padre misericordioso va a negarnos su Cuerpo y Sangre. Nuestro Dios es un Dios de Misericordia Infinita. Y lo verdaderamente importante es el amor. Un amor que de cumplirse contiene todo lo que el Señor quiere de nosotros.