Mt 7,21.24-27 |
Se trata de amar a Dios, haciendo ese amor visible en el amor al prójimo. Sobre todo, a una clase de prójimo muy preferente para Jesús, los pobres, marginados e inocentes. Luego, todos los mandatos de la Ley son buenos, importantes y ayudan a lo verdaderamente importante, amar. Podemos decirlo de otra forma, amar a ese estilo que Jesús nos ha enseñado contiene todos los mandatos que Él nos ha sugerido y mandado.
Quien ama respeta, habla en verdad, es justo, no roba, no explota, no codicia…etc. Y quien hace eso con los más desfavorecidos lo está haciendo con su Padre Dios. Por lo tanto, no debemos poner nuestra mirada en la norma o mandato sino en el amor misericordioso, porque, lo segundo incluye a lo primero. Y pongo un ejemplo real. El otro día un compañero me decía esto: el domingo por la tarde iba a la santa misa, pero, me sentí indispuesto y regresé a casa. Al día siguiente me sentía intranquilo y no muy seguro si había cometido una falta grave, pues no celebré misa el domingo. La pregunta era, ¿puedo comulgar hoy o tengo que confesarme?
Mi respuesta fue que podía tranquilamente comulgar. El amor con el Padre y la relación de amistad no ha sido rechazada ni apartada. Simplemente, no se ha podido cumplir involuntariamente por tu parte. Por tanto, por qué motivo nuestro Padre misericordioso va a negarnos su Cuerpo y Sangre. Nuestro Dios es un Dios de Misericordia Infinita. Y lo verdaderamente importante es el amor. Un amor que de cumplirse contiene todo lo que el Señor quiere de nosotros.
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