Mt 23, 13-22 |
Desde que abrimos los ojos, tenemos referencias
humanas delante de nosotros. Poco a poco, incluso sin pretenderlo, nos fijamos en
nuestros padres que marcan nuestros primeros pasos. Pero, más tarde, tomamos
otras referencias: familia, profesores, amigos, autoridades, famosos,
sacerdotes … Y de alguna manera todos influyen, positiva o negativamente, en
nuestra manera de ver la vida.
—¿Qué piensas, Manuel, sobre las personas que se
elevan como ejemplos a imitar y que pautan el modo en que se debe vivir?
—Que tienen una gran responsabilidad, aunque muchos
la ignoran. De sus testimonios dependerá la actuación de otros, y eso tiene
consecuencias en la sociedad.
—Pero, ¿si esos guías o influyentes no dan buen
ejemplo?
—Así nos va. Hoy nos encontramos con personas de la
sociedad civil que parecen encarnar los valores de nuestro tiempo. Y ese es el
riesgo, tú lo acabas de decir, que sean «guías de ciegos».
—¡Dios mío! Es un gran problema.
—¡De los grandes! Jesús lo advierte contundentemente.
Lo puedes leer en el Evangelio de Mt 23, 13-22. Dice así: «¡Ay de ustedes,
escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el reino de los
cielos! Ni entran, ni dejan entrar …». El problema es que impides a otros entrar.
—Y eso es muy grave, ¿no?
—Sí, es toda una advertencia para que tampoco
nosotros nos creamos ejemplo de nada, una llamada a la autenticidad de vida,
alejada del postureo y de imponer a los otros un código de conducta. La vida
puede iluminar por su integridad, pero no por el honor vacío del que se
revista.