jueves, 10 de diciembre de 2020

MISERICORDIA Y CONVERSIÓN

 Mt 11,11-15

Juan da voz al anuncio de la llegada del Reino de Dios. Se ha retirado al desierto y desde allí invita a la conversión y arrepentimiento de los pecados. Advierte de la llegada del que es más grande que él y de que habrá un juicio donde se pedirá cuentas de nuestros actos. Por eso, nos exige un bautismo de conversión como preparación de Aquel - más grande que él - que bautizará con Espíritu.

La intención de Juan es despertar y avivar ese ánimo de conversión, quizás dormido en el corazón de la gente. Anuncia la llegada inminente del Reino de Dios y la necesidad de convertirnos y prepararnos para purificar nuestros pecados. Todos se enteran y hasta el rey Herodes se inquieta, pues es amonestado valientemente por Juan de su pecado de adulterio con la mujer de su hermano Filipo.

Jesús se hace presente y se hace bautizar por Juan, que advierte su divinidad y le señala como el Hijo de Dios. Su bautizo en el Jordán es la presentación que su Padre le hace como Hijo predilecto: “Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Jesús se retira al desierto y fortalece su Espíritu para prepararse para la misión a la que ha sido enviado.

Mientras, Juan anuncia la venida del Mesías como un juicio de cuenta para el que se exige conversión y purificación, Jesús nos anuncia y nos habla del Amor Misericordioso del Padre que nos ofrece el perdón de los pecados y la Vida Eterna. Juan acaba su etapa, su preparación del camino y Jesús empieza a mostrarnos el verdadero Rostro del Padre, el Amor.