viernes, 26 de abril de 2024

ERES LA SAL Y LUZ QUE DIOS HA QUERIDO DARTE PARA BIEN DE TODOS.

Todos, tú y yo también, tenemos algo de sal y de luz con la que salar y alumbrar este mundo. Concretamente en el ámbito donde se mueve nuestra vida y en el círculo donde llegamos a influir. Cada cual tiene esa posibilidad, bien dándola, dándose o siendo objeto de recibirla. Porque, cuando das, te das o recibes estás siendo un bien para quien recibe o también da.

Es evidente que quien da experimenta un gozo de haber dado y ayudado. Sobre todo si ese dar va gratuito y simplemente por ayudar, por hacer un bien. O lo que es lo mismo, por amar. Pero, también se convierte en gozo para ese que recibe, que humillado en la actitud de pobreza se abre a ser ayudado y auxiliado. En resumen, tanto el que sana como el que es curado tiene un papel de ser sal y luz.

Sucede que en algunas ocasiones el que da ve frustrado su intento porque el que recibe se cierra a recibir. O lo contrario, a veces no hay dador y el receptor nada recibe. Se hace necesario que ambos, quien da y quien recibe se abran a la mutua comprensión y humillación y quien es luz la dé, y quien está en la sombra la reciba.

Y tanto quien da como quien la recibe se transforman también, simbólicamente, en sal que contagia y da sabor a esa relación recíproca de darse y recibir. Hacen presente el Amor entre ellos: Cuando das un vaso de agua al sediento se lo estás dando al mismo Dios.