miércoles, 2 de octubre de 2019

EN LA SENCILLEZ Y NATURALIDAD COMO LOS NIÑOS

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Mt 18,1-5.10
Nuestras aspiraciones son humanas y nos arrastran a la materialidad. Trabajamos para destacar y ser admirados por los demás y nos gusta, gozamos de ellos, divulgar y enseñar todo lo bueno que hacemos para darnos valor ante los demás. Sin embargo, escondemos las que nos parece que no nos dejan tan bien. Por otro lado, al estar formados por cuerpo y alma, también tenemos aspiraciones espirituales y trascendentes,

La lucha está servida y cada día nace un nuevo día cargado de nuevos afanes, pero también problemas. Cada día es una lucha contra nosotros mismos y tenemos que sobreponernos a nosotros mismos, a nuestras apetencias, pasiones, comodidades y egoísmos. La lucha está servida entre lo material y lo espiritual. Sin darnos cuenta primamos nuestras aspiraciones materiales sobre las espirituales y eso nos supone un serio peligro.

Queremos destacar y ser más que los demás y tratamos de ridiculizar o empequeñecer la imagen de los que nos rodean. Escondemos nuestros defectos y exaltamos nuestras virtudes. De alguna manera vivimos en la apariencia y en la falsedad mostrándonos no como realmente somos, sino como nos gustaría que los demás pensaran de nosotros. Buscamos los fallos de los demás para enaltecer los nuestros. Todo lo contrario a lo que realmente pensamos que debe ser, pero nos escondemos hipócritamente en nosotros mismos.

Y Jesús nos propone ser como niños. Niños, que no significa ser como un niño, sino hacernos pequeños y sencillos y reconocernos pecadores y no mejor que otros. Ser consciente de que necesitamos a Dios y somos pequeños ante Él. Ser naturales, confiados y abiertos a abrirnos al Señor y a confiar en Él. De eso se trata, de abajarnos y de reconocernos pequeños ante Dios y de tomar conciencia de sabernos protegidos, vigilados y cuidados por tus ángeles enviados a acompañarnos y a auxiliarnos en nuestro vivir de cada día.