jueves, 15 de agosto de 2019

LA ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS

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Lc 1,39-56
Celebramos la Asunción de María, Madre de Dios. Porque, si fue la madre del Hijo, es decir, del Dios hecho Hombre, es la Madre del Dios encarnado en Naturaleza Humana durante su paso por este mundo y en el que entregó su Cuerpo y su Sangra para ganar para todos los hombres el perdón y la Misericordia del Dios Padre. Por eso, decimos que María es Madre de Dios y también Madre nuestra
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María es Madre de la Persona de Jesús, que es Divina. Una Divinidad sola en la que coexisten dos Naturaleza, la propiamente Divina, y también la Humana. Y María es Madre de esa Persona en cuanto a su Naturaleza Humana y durante ese tiempo terrenal en el que vino a salvar a todos los hombres y mujeres. Por lo tanto, Madre de Dios también, puesto que Jesús, no sólo tiene Naturaleza Humana sino también Divina. Y es un gran honor que el Señor, desde ese instante de su Muerte en la Cruz nos la ha dado como también Madre nuestra.

Hoy celebramos su Asunción a los cielos en cuerpo y alma. Y la veneramos como a una Madre que intercede por nosotros y que nos alumbra y muestra el camino para llegar a su Hijo. María es la antesala de nuestro encuentro con Jesús, porque, ella fue la puerta de entrada en este mundo donde el hombre estaba sometido al poder del mal. María ha dado a luz al vencedor de la muerte para traernos la vida. Y a ella le pedimos su intercesión para que también nosotros nos abramos a esa luz que, por medio de ella, ha llegado hasta nosotros.

María se ha fiado y ha creído en el Señor. Y todo se ha cumplido en el tiempo. Creamos también nosotros en la Palabra del Señor y abramos nuestros corazones para que la Palabra germine en nosotros y demos también a luz a un nuevo corazón y a un hombre nuevo que, como su Madre, María, crea en la Palabra del Señor.