lunes, 22 de marzo de 2010

PUNTOS DEL CATECISMO MEDITADOS POR EL PADRE JESÚS.


PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE
- PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»
- CAPÍTULO PRIMERO: EL HOMBRE ES "CAPAZ" DE DIOS

CAPÍTULO PRIMERO:
EL HOMBRE ES "CAPAZ" DE DIOS

III. El conocimiento de Dios según la Iglesia

37 Sin embargo, en las condiciones históricas en que se encuentra, el hombre experimenta muchas dificultades para conocer a Dios con la sola luz de su razón:


A pesar de que la razón humana, hablando simplemente, pueda verdaderamente por sus fuerzas y su luz natural, llegar a un conocimiento verdadero y cierto de un Dios personal, que protege y gobierna el mundo por su providencia, así como de una ley natural puesta por el Creador en nuestras almas, sin embargo hay muchos obstáculos que impiden a esta misma razón usar eficazmente y con fruto su poder natural; porque las verdades que se refieren a Dios y a los hombres sobrepasan absolutamente el orden de las cosas sensibles y cuando deben traducirse en actos y proyectarse en la vida exigen que el hombre se entregue y renuncie a sí mismo. El espíritu humano, para adquirir semejantes verdades, padece dificultad por parte de los sentidos y de la imaginación, así como de los malos deseos nacidos del pecado original. De ahí procede que en semejantes materias los hombres se persuadan fácilmente de la falsedad o al menos de la incertidumbre de las cosas que no quisieran que fuesen verdaderas (Pío XII, enc. "Humani Generis": DS 3875).

Meditación:

    CAPÍTULO PRIMERO:
    EL HOMBRE ES "CAPAZ" DE DIOS

    III.El conocimiento de Dios según la Iglesia nº 37

Cuando el hombre se vuelca en su autoestima se hace Dios y se olvida de Dios. La razón le da la espalda y neciamente malvive sin el amor de Dios, creyendo que el solo puede amarse; y el amor no es jamás, en el hombre, de si mismo, sino que el amor en el hombre es caridad.

P. Jesús

Mi comentario:

En la abundancia y bienestar nos es más difícil tomar conciencia del fin último de nuestra vida. Para nada nos acordamos de que estamos llamados a compartir la muerte de nuestro SEÑOR JESUCRISTO. Y una muerte donde el sufrimiento y el dolor harán acto de presencia, si no, de forma física, sí de forma psíquica y afectiva. Toda muerte produce angustia y dolor.

Pero en el camino de la Cruz nos olvidamos de cargarla en nuestro hombro cuando la vereda se hace ligera, fácil y cómoda; cuando el confort y bienestar nos rodean, y cuando sentimos que todo eso nos queda muy lejano. ¡Ya habrá tiempo de pensar en ello, solemos decirnos!

Y en un recorrido semejante, endiosados por nuestra propia determinación de recorrerlo solo, y estimando no necesitar de nadie para hacerlo, nos encontramos con nuestra propia realidad que nos descubre la imperiosa necesidad de DIOS. Sin ÉL nada somos, y sin ÉL caeremos por el precipicio hacia la muerte eterna.