martes, 9 de enero de 2024

UNA VIDA COHERENTE Y CONFORME A SU PALABRA

No hay mejor ni más fuerte testimonio que la coherencia entre lo que dices y haces. Jesús vivía lo que predicaba y de ahí manaba su autoridad. Su Palabra tenía reflejo en los actos cotidianos de su vida. Coincidía lo que decía con lo que hacía. De ahí la autoridad y admiración que desprendían sus palabras y el entusiasmo y asombro con las que eran acogidas.

Jesús, consciente de la realidad que pisaba con sus pies cada día y de la conciencia que había de que los padecimientos venían del maligno, actúa y libera y da otro sentido a la vida  de aquellos que se consideraban excluidos y sin esperanza. De un creer y pensar que ya todo está perdido, de que no hay esperanzas de nada, Jesús con su poder va sembrando esperanza, anunciando la Buena Noticia y que Dios es un Padre Bueno y Misericordioso que salva a sus hijos del poder del demonio y del pecado.

Jesús no entabla diálogo ni discute, simplemente cura, expulsa el mal, reconoce que hace daño y que tiene poder sobre el hombre, pero la desautoriza con la fuerza del Espíritu de Dios. Sabe que su Padre lo puede todo. Jesús viene a eso, a decirnos, demostrarnos y ofrecerse que la desesperanza y que la nada haga nido en nuestros corazones. Nos da su Palabra, nos enseña su Camino, su Verdad y su Vida y llena toda nuestra vida de esperanza alumbrándonos el camino en la oscuridad a la que nos somete el mundo, demonio y carne.