domingo, 14 de octubre de 2018

ATADOS A LAS RIQUEZAS

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Mc 10,17-30
Todos sabemos que cuanto más tenemos más queremos, y también que nos cuesta desprendernos de lo que tenemos. Entre otras cosas, la principal es que nos encontramos seguros con las riquezas, y también importantes. Creemos que siendo rico gozaremos mejor de todos los privilegios de este mundo y seremos felices. Sin embargo, la experiencia no es la que nosotros creemos.

La riqueza te esclaviza y te da más inseguridad que seguridad. Todos te buscan, pero no para darte su amistad, sino para falsearla y buscar la manera de sacar tajada de ella. Y eso te da inseguridad y preocupaciones. Al final vives preocupado por guardar todo lo que tienes. Esa esclavitud te lleva a olvidarte de Dios y a pensar que tú lo tienes todo, poder y riqueza, y que no necesitas nada de nadie ni de Dios. Y te será difícil entrar en el reino de los Cielos.

El Evangelio de hoy trata de eso y Jesús lo dice claramente: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Le sucedió a ese hombre rico que se le acercó y a su pregunta Jesús le invita a vender todo y a seguirle. Y también te sucede a ti. El Señor te invita a seguirle y a dejarlo todo. Pero, hay que entender bien, dejarlo todo no significa lo que, quizás, todos pensamos, sino dejar a ese hombre viejo que mora en ti y transformarte en ese hombre nuevo que quiere Jesús. Ese hombre nacido del Espíritu con un corazón nuevo.

Deja tus manías; deja tus vicios; deja tu mal carácter; deja tu egoísmo; deja tu individualidad; deja tu pereza; deja tu soberbia; deja tu radicalidad; deja tus malos pensamientos; deja tu pasividad; deja tu impaciencia; deja tu mal humor; de tu cerrazón; deja de idolatrar tu dinero y comparte. Se trata de dejar muchas cosas que nos impide tener un corazón abierto, desprendido, amoroso y disponible para amar y hacer el bien.