Lc 2, 22-35 |
Y es que la Ley
del Señor, de un Señor que nos ama con locura misericordiosa es la mejor Ley
que podamos cumplir. Es la Ley por excelencia que nos salva y libera de la
esclavitud del pecado y nos lleva al encuentro salvífico con Dios nuestro
Padre. Deseemos también nosotros cumplir la Ley. La Ley de Dios por encima de
todo que nos hará instrumentos de su Amor Misericordioso para construir un
mundo según su Voluntad.
En el Evangelio de
hoy también destacan dos figuras que nos ayudan a caminar por Ley del Señor
según su Voluntad. Hablamos de Simeón, hombre justo y piadoso que esperaba
la consolación de Israel; y en él estaba el Espíritu Santo. Le había sido
revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al
Cristo del Señor. Desde este testimonio de Simeón podemos preguntarnos:
¿También nosotros esperamos al Hijo prometido que nos trae la salvación eterna?
¿O, por el contrario vivimos en un mundo de espaldas al Señor?
Por otro lado está la profetiza Ana que inspirada por Dios está siempre en el templo sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Destaca su actitud de fe y perseverancia que testimonia en esa, valga la redundancia, perseverancia que nos lleva al encuentro misericordioso con el Señor.