¿No te has dado
cuenta de que eres libre? Quizás pienses que lo sabes, pero no adviertes que
estás sometido a muchas apetencias, apegos y esclavitudes. ¿Acaso no te
esclaviza y domina el tabaco, alcohol, sexo, riqueza, poder, fama…etc.? ¿Sientes
deseos y eres capaz de liberarte? Esa es la cuestión, descubres que creado en y
para ser libre te ves sometido y esclavizado.
Lo peor no es eso,
sino que no hayas advertido que has sido invitado a Banquete de la libertad,
por un mundo mejor, en paz y en plena felicidad. A ese banquete estamos
invitados y rechazarlo sería perdernos precisamente ese tesoro que andamos
buscando: la felicidad eterna.
¿Acaso no te has
dado cuenta de que en este mundo y todo lo que ofrece no está esa plena
felicidad que buscamos? ¿Tu propia experiencia no te lo deja claro o es que estás
embobado y seducido ciegamente por el príncipe de este mundo? Es verdad que hay
que luchar y sobreponernos a la adversidad, a nuestras propias inclinaciones y
a las apetencias y egoísmo de nuestra propia naturaleza herida por el pecado.
Pero es ahí donde realmente se encuentra el sentido de esta vida y donde
realmente se esconde esa felicidad que buscamos. Ahora en este mundo, y luego
en el otro, el Reino de Dios.
Y a ese estás
invitado. Esa invitación al Banquete del que habla el Evangelio de hoy
significa todo eso. Aceptar la invitación es aceptar la Palabra del Señor,
abrirle nuestro corazón y seguirle.
¿Cómo? Tratando de
vivir en su Palabra y frecuentando el Sacramento de la Eucaristía y
Reconciliación, alimentos espirituales que nos fortalecen y nos dan la Gracia
para vencer en esta lucha contra el mal y vencernos a nosotros mismos contra
nuestras malas inclinaciones.