lunes, 19 de septiembre de 2022

LA LUZ DESCUBRE LA MENTIRA

Es evidente que quien no tiene nada que esconder no se preocupa de estar en la luz. Es más, diría que le gusta y goza estando en la luz al tener la posibilidad de mostrar sus buenas intenciones, sus cualidades y toda su verdad y amor. Siempre es mejor moverse en la luz del día, pues en la luz se aprecian las cosas mejor. Sobre todo si esa luz proviene de lo más profundo del corazón.

Quienes buscan la oscuridad y, por tanto, la prefieren, es porque algo esconden. Les conviene moverse y vivir en la mentira. Aliarse con la oscuridad es algo que necesitan para ocultar todas sus fechorías y mentiras. Sin embargo, la luz acompaña a aquellos que nada esconden, ni siquiera sus propios pecados, de los que se duelen y se arrepienten. Experimentan dolor de contrición y propósito de la enmienda. La luz, por tanto, les favorece y ayuda a sostenerse en la verdad y a transmitirla con su testimonio.

Es evidente que la oscuridad es propicia para esconderse y ocultar todo lo que interesa que no se vea y se esconde bajo la apariencia. La luz molesta. Es todo lo contrario, en ella todo queda al descubierto y bajo la mirada de Dios. Nada se podrá ocultar a su mirada. Es esa Luz, la del Espíritu Santo, que hemos recibido en el bautismo, la que nos ilumina interiormente hasta el punto de dar testimonio de la verdadera Verdad, la Buena Noticia.

 

—Vivir en la luz significa vivir en Gracia de Dios. Al menos, en esa intención y con esa actitud. ¿Estás de acuerdo Manuel —dijo Pedro.

—Totalmente de acuerdo —respondió Manuel. No estás en la Luz si no tratas de estar abierto a la acción del Espíritu Santo y a sus impulsos. Porque, solo en y con Él puedes vivir en la verdad.

—Pienso lo mismo. Si no estás en la Luz estás en la oscuridad. De modo que para vivir en la verdad es necesario estar con Dios.

 

Al final todo se sabrá. De nada vale ocultar tus fallos o pecados. Mejor confesarlos porque todo se sabrá. «Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público - Lc 8, 16-18 -». No es de inteligente ni de buena decisión vivir escondido detrás de las apariencias.