Todo empieza en el
corazón. De él salen todos nuestras inclinaciones y pensamientos, y,
dependiendo de su contenido, su forma y su inclinación serán puros o impuros. Y
claro, dependerá de nosotros de que tratemos y nos esforcemos en limpiarlos y
de que sean puros. Al menos luchar contra esa mala inclinación al pecado.
Porque es
precisamente de dentro de nuestros corazones de donde salen todas nuestras
malas inclinaciones: «fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias,
maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas
estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre». Y está en nuestras
manos, porque hemos sido creados libres para aceptar o rechazar, el combatirlas
y no dejarlas entrar en nuestro corazón.
Es evidente que, nosotros solos seremos presa fácil. El diablo, no sólo es más fuerte sino que también más inteligente. Sabe cómo seducirnos y vencernos. Y para protegernos y salir victoriosos necesitamos la asistencia y ayuda del Espíritu Santo. En Él seremos invencible y podremos luchar y transformar todas esas malas inclinaciones y buenas y agradables a nuestro Padre Dios.