martes, 4 de enero de 2011

A LA LUZ DE LA PALABRA (Jn 1, 29-34)


Se me hace difícil entender ese encuentro con JESÚS, pero, al mismo tiempo, imagino que gran personalidad tendría y tiene JESÚS al atraer de esa forma a Andrés y, más tarde a Simón Pedro. Pienso que a mí me hubiese pasado lo mismo, al menos eso es lo que me hubiese gustado, por eso digo que me hubiese dejado cautivar por la mirada y misterio de JESÚS, verdaderamente el HIJO de DIOS.

Pero encontrarse con JESÚS supone un desapego y un dejarlo todo para ir detrás de ÉL. Tras esas palabras de Andrés, ¿dónde vives? se esconde un deseo de búsqueda, de hambre de salvación. JESÚS les pregunta, ¿qué buscan?, y ellos responden, ¿dónde vives? Porque quieren no perderlo, saber qué hace y dónde vive.
Hay una curiosidad y una intuición, preparados por Juan, de buscar el tesoro verdadero, la salvación eterna. Hay una inquietud y, en consecuencia, una respuesta, por la Gracia de DIOS, que les llena, que les atrae y les pone en camino. Hay, también, una obediencia y un fiarse de Juan, su mentor, para, dejándolo a él, acercarse a la verdadera LUZ que alumbra el Verdadero Camino.

"Hemos encontrado al Mesías", esconde la convicción de que la esperanza anhelada, el tesoro buscado, la promesa prometida, la hora deseada ha llegado en ese JESÚS que tienen delante. Y JESÚS responde a sus expectativas y les acoge e instruye.

Esa, en mi humilde opinión, es la actitud que todos debemos tener: "Hambre y sed" de encuentro con JESÚS, y todo lo demás se dará por añadidura, porque todo es Gracia y Don del PADRE DIOS. Nuestra conversión se irá realizando en la medida que vayamos creyendo que ese Niño nacido en Belén es el HIJO de DIOS Verdadero. Porque de nosotros sólo depende el decir sí y fiarnos, hasta ahí llega nuestra libertad, pero lo demás será y dependerá de nuestro PADRE DIOS.

Hoy, la Palabra, me ayuda e ilumina a seguir a JESÚS como Andrés y Pedro. Humildemente sé que la distancia es insalvable, pero también sé que para DIOS nada es imposible y lo único que puedo hacer yo, su humilde esclavo, es proclamar junto a mi Madre María, "he aquí el esclavo del SEÑOR, hágase en mí según tu Palabra".

Una cosa me llena de paz, SEÑOR,
saber que nada soy y nada puedo,
saber que sólo TÚ me puedes
salvar y transformar.

Una cosa me llena de esperanza, SEÑOR,
saber que yo solo no puedo esperar y
que sólo TÚ me puedes llenar de ella
y colmar mi sed.

Por eso, SEÑOR, toma mi ser,
hazme que sea tuyo y no dejes
que vaya a otro lugar, 
porque sólo TÚ eres 
el HIJO DE DIOS Vivo. Amén