Nuestra relación
con Dios no se basa en ser hiperactivos y hacer muchas cosas espectaculares o
de gran importancia. La cuestión no es hacer sino ser. Y ser en la dimensión de
la fe y en la confianza de que Dios es un Padre de Bondad, de Verdad, de
Misericordia y de Amor.
Permaneciendo en
Él estamos en el Camino, la Verdad y la Vida porque, Él es realmente eso:
Camino, Verdad y Vida. Solo Dios basta y injertados en Él daremos los frutos,
no los nuestros, sino los que Él espera y ha pensado que demos.
Por tanto, estar y
creer en Él no consiste en hacer ni grandes ni pequeñas cosas. Consiste en
vivir desde su Palabra hasta nuestra humilde vida, llenándola de su Gracia y de
su Amor Misericordioso. Consiste en escoger la mejor parte que consiste en poner
nuestra vida y obras en sus Manos. En Él todo se andará, ya sea doloroso o
gozoso, por el mejor y más conveniente camino.
En Él todo se vive
y se soporta mejor llenándolo de paciencia, de humildad, de esperanza y de
gozo. Porque, sabemos que aquí la cruz tiene un tiempo y un límite marcado y
señalado por nuestras capacidades y resistencias humanas para luego, renovados
por el Espíritu a vivir eternamente como hombres nuevos por la Gracia de Dios.
Es evidente que construida nuestra vida sobre esa roca de la fe y de la esperanza, queda fortalecida permaneciendo en el Señor y sostenida en la paciencia, la humildad, la templanza, el sosiego y la serenidad que nos llena de paz para soportar todos los avatares y circunstancia de cruz que nuestra propia vida nos depare. En y con Él todo es pleno. Solo Él basta.