domingo, 12 de julio de 2020

¿CUÁL ES LA REALIDAD DE TU TIERRA?

Evangelio según san Mateo (13,1-23), del domingo, 16 de julio de ...
Mt 13,1-23
A veces nos planteamos la ineficacia de la evangelización y no comprendemos como la comunidad o grupo no crece. Pero, no podemos perder de vista que la Buena Noticia que trae Jesús es una propuesta de amor aceptada desde la libertad. Y, como tal es aceptada o rechazada. Todo dependerá de la calidad de tu propia tierra, porque, si es tierra abierta, cultivable y bien abonada, la semilla plantada dará frutos, pero, si ocurre lo contrario, será baldía.

Jesús nos lo explica con una parábola sencilla usando los términos de la siembra y los frutos que la gente de su época entiende muy bien. Y a nosotros nos toca descubrir si nuestra tierra es de las buenas y rentables o, por el contrario es de las malas y baldías. Sin lugar a duda la cosecha de mi vida dependerá de mis cuidados, de mi siembra, del abono de mi tierra y del riego de mi agua. Porque, mis frutos vendrán del esfuerzo de la disponibilidad de mi corazón a la acción del Espíritu Santo.

Supongo que, independientemente de que tú tierra sea buena  o mala tienes que pones de tu parte todo lo que has recibido gratuitamente y cuidarla, limpiarla, abonarla para que se mantenga cultivable y pueda dar lo frutos que Dios espera de ti. Y eso donde único lo puedes hacer es en la Iglesia, con los sacramentos y llevando la oración tanto personal como comunitaria siempre presente en tu vida.

Tengamos en cuenta que Dios espera nuestros frutos y que esos frutos, aunque Dios me asiste y me acompaña y me cuida, los ha dejado libremente al esfuerzo de mi voluntad. Por tanto, no escatimemos esfuerzos y abramos nuestros corazones a la acción del Espíritu Santo para mantener la tierra de nuestro corazón en buen estado y productiva.