Tratando de
definir el adviento, diría que es un acontecimiento común: Nace el Niño Dios, y
otro particular para cada uno. Juan el Bautista lo anuncia, proclama su llegada
y nos invita a prepararnos con un bautismo de agua, de arrepentimiento y
actitud de conversión, que luego será confirmado con un Bautismo de Espíritu y
fuego. Un Bautismo que sólo podrá venir de la mano de ese Niño Dios que ahora
celebramos y que más tarde será presentado y bautizado en el Jordán por el último
Profeta, Juan el Bautista.
Y digo uno
particular para cada uno en la medida y circunstancia que cada cual lo acoja,
lo asuma y lo viva. Jesús nace para traernos y anunciarnos el Amor
Misericordioso de su Padre. Un Amor que nos anuncia su Infinita Misericordia,
pero que también nos invita a corresponder de la misma forma con los demás que
pasan por nuestras vidas.
Se trata de no
pasar indiferente ante aquellos que sufren. Bien, es verdad, que la labor es de
todos, y a todos nos corresponde aliviar el pequeño espacio por donde pasamos. Y
si así se hace, el alivio será grande para muchos. No podemos olvidarnos de aquellos que pasan
persecuciones, explotaciones, dejaciones, abandonos, sufrimientos, guerras …etc.
Hagamos lo que podamos, sobre todo, oraciones, ayunos y limosnas que, aunque no
lleguen sino a unos pocos, la Gracia de Dios lo extenderá a todos.