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domingo, 26 de enero de 2025

HOY SE CUMPLE ESTA ESCRITURA

Había sido presentado por su Padre en el Jordán: Recordemos su bautismo de agua por Juan – Mt 3, 13-17 – y las Palabras venidas del Cielo: «Este es mi Hijo amado en el que me complazco».

Ahora, en cambio, se presenta el mismo, impulsado por el Espíritu Santo, después de leer el rollo del Profeta Isaías que le habían entregado para su lectura. Desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy».

Observando sus palabras, intuimos que es Él ese del que habla la Escritura. Y que podemos decir que Jesús se autoproclama el Mesías prometido y enviado. Como podemos observar todo se va cumpliendo tal cual está profetizado: Su nacimiento de una Virgen en Belén; La estrella y adoración de los magos de oriente; su presentación en el Templo y la profecía de Simeón; su bautizo en el Jordán y la voz del Cielo que le señala como el Hijo en el que se complace el Padre; y ahora, el mismo asume y revela su identidad de Hijo de Dios.

También nosotros hemos sido bautizado con el mismo Espíritu Santo, y, aunque no lo hayamos oído ni visto, el Padre nos acoge complacido como sus hijos. Y, lo más importante, asistidos en el Espíritu Santo, tenemos la misma misión, de dar a conocer esa Buena Noticia de amor y misericordia con la que nuestro Padre nos salva.

domingo, 15 de diciembre de 2024

UN MESÍAS QUE TOCA MI VIDA

Tratando de definir el adviento, diría que es un acontecimiento común: Nace el Niño Dios, y otro particular para cada uno. Juan el Bautista lo anuncia, proclama su llegada y nos invita a prepararnos con un bautismo de agua, de arrepentimiento y actitud de conversión, que luego será confirmado con un Bautismo de Espíritu y fuego. Un Bautismo que sólo podrá venir de la mano de ese Niño Dios que ahora celebramos y que más tarde será presentado y bautizado en el Jordán por el último Profeta, Juan el Bautista.

Y digo uno particular para cada uno en la medida y circunstancia que cada cual lo acoja, lo asuma y lo viva. Jesús nace para traernos y anunciarnos el Amor Misericordioso de su Padre. Un Amor que nos anuncia su Infinita Misericordia, pero que también nos invita a corresponder de la misma forma con los demás que pasan por nuestras vidas.

Se trata de no pasar indiferente ante aquellos que sufren. Bien, es verdad, que la labor es de todos, y a todos nos corresponde aliviar el pequeño espacio por donde pasamos. Y si así se hace, el alivio será grande para muchos.  No podemos olvidarnos de aquellos que pasan persecuciones, explotaciones, dejaciones, abandonos, sufrimientos, guerras …etc. Hagamos lo que podamos, sobre todo, oraciones, ayunos y limosnas que, aunque no lleguen sino a unos pocos, la Gracia de Dios lo extenderá a todos.

jueves, 17 de febrero de 2022

UN SUFRIMIENTO IRREMEDIABLE

 marcos 8, 27-33

Nadie quiere sufrir. Es más, tratamos de evitar el dolor y sufrimiento. Sin embargo, la experiencia nos demuestra que el dolor y sufrimiento, por mucho que queramos eludirlo, está presente en nuestra vida. Tarde o temprano llegará a nuestra vida. Todos tenemos épocas o momentos – en nuestra vida – de dolor, llanto y sufrimiento. Ahora, la diferencia está en aceptarlo con amor y esperanzados en el Señor.

Es evidente que Jesús también sufrió, y cargó con el dolor de todos. Aceptó su muerte de cruz y entregó, padeciendo y sufriendo, su desgarrado dolor en la cruz por todos nosotros. Es, a partir de ese momento cuando es proclamado Mesías. Un Mesías que expresa y manifiesta claramente que su arma y poder de victoria es el Amor. No es un Mesías que, incluso, los apóstoles esperaban y se imaginaban. Un Mesías de poder y fuerza que arrasara y venciera a todos los que se oponían y enfrentaban a Él. Nada de eso, es el Mesías del Amor.

 He ahí la clave, ese es el momento, cuando pasa por la cruz y, posteriormente la Resurrección cuando es aclamado Mesías. El Mesías enviado por el Padre. Un Mesías que entrega su Vida y, por Amor, vence al pecado y al mundo. Es evidente, diremos con el centurión: Verdaderamente, este hombre es el hijo de Dios”.

miércoles, 16 de febrero de 2022

EL AMOR, LA LIBERACIÓN QUE SE ESCONDE TRAS LA CRUZ

La idea era la de un Mesías fuerte, poderoso y capaz de derrotar y expulsar al pueblo romano liberando a Israel de la opresión y sometimiento de Roma. No cabía otro pensamiento. Dios había liberado al pueblo de la esclavitud de Egipto, que menos de esperar un Mesías liberador y con poder. Ese era el pensamiento del pueblo y el Mesías que imaginaban. Quizás, si pensamos serenamente, también nosotros deseamos y esperamos un Mesías que nos salve de todos nuestros problemas y situaciones de difícil solución. Posiblemente, no entendemos el martirio ni el sacrificio.

Sin embargo, no sucedió así. El plan de Dios es otro. Se presenta humilde, pequeño, pobre y uno más entre los demás. De tal forma, que les cuesta – a sus propios paisanos – reconocerle como el Mesías enviado. No pueden imaginar, menos creer, que aquel joven, que creció entre ellos y era uno más entre los jóvenes de Nazaret fuese ahora el Mesías enviado para liberar de la esclavitud al pueblo de Israel.

No entendemos cual es nuestra esclavitud. Porque, no se trata de la esclavitud del poder, sino de la esclavitud del pecado. Se trata de ser, de ser libre para amar. Amar en verdad y justicia, y estar dispuestos a entregar la vida por ese amor gratuito y sin condiciones. ¿No fue así como se ofreció Jesús? ¿No es así como nos ama Jesús? ¿Y no es así como nos llama a, dándonos por amor a los demás, dar la vida por los otros, incluso los enemigos?

También estaban confundidos los apóstoles. Tuvieron que oír a Pedro manifestar y declarar a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios vivo para empezar a entender. Y, se abrieron sus ojos y oídos cuando contemplaron la Pasión y Muerte de Jesús en la cruz. La Resurrección completó esa fe que antes no sentían. Quizás a nosotros nos suceda algo parecido. Necesitamos abrir nuestros ojos y oídos para ver y oír que Jesús está presente en nuestra vida y es el Mesías que nos libera de la esclavitud del pecado.

miércoles, 29 de diciembre de 2021

LA BENDICIÓN DE SIMEÓN

Lc 2,22-35

Es sorprendente y misterioso cómo pudo Simeón intuir y saber que Aquel Niño era el Mesías que él había por – oráculo del Espíritu Santo – esperado ansiosamente ver antes de su muerte. 

Y, digo sorprendente y misterioso, porque es evidente que esa bendición, salida del corazón de Simeón, no podía ser sino obra e impulso del Espíritu Santo. Sin embargo, muchos ponen objeciones y ceguera a sus corazones para no doblegar esa soberbia que les domina y ciega.

Más sorprendente y milagroso fue esa bendición a Dios que salió de sus labios: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones»

¿No se ha cumplido todo lo profetizado por Simeón, y también lo proclamado por María en el Magnificat y el Benedictus de Zacarías – padre de Juan el Bautista y  otras tantas profecías proclamadas por los Profetas? Y seguimos empeñados en poner peros y razones humanas que no alcanzan al inefable poder de Dios.

Jesús es esa Luz que ha venido al mundo para alumbrarnos el camino de salvación. Él es ese Mesías esperado en el que se cumplen todas las profecías tanto del Antiguo Testamento – los Profetas – y el Nuevo. Y no hay otra alternativa, la realidad es que Jesús, el Hijo de Dios Vivo, el Mesías esperado, ha venido a este mundo, y ha sufrido su Pasión, ha muerto crucificado y, por supuesto, ¡ha Resucitado!

jueves, 16 de diciembre de 2021

¿QUÉ SALIMOS A VER EN EL DESIERTO?

 

¿Qué buscamos, a un rey, a un líder, a alguien que nos solucione la vida? ¿Qué salimos a ver y a oír en el desierto, a un poderoso? Esa es la pregunta que nos debemos hacer cada día. El Mesías que Juan anunciaba y que nos invitaba a preparar su venida no iba por el camino del poder ni del confort. Eran otras las propuestas que nos hacía.

A este respecto, Jesús nos dice: Lc 7,24-30 «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten magníficamente y viven con molicie están en los palacios. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que… Y, ¿cómo están nuestros oídos? ¿Abiertos, disponibles y en actitud de escuchar y acoger esa preparación de bautismo de conversión?

En muchos momentos y circunstancias nuestros oídos se cierran y no quieren ni dejan entrar nada. Sobre todo, aquellos que se sienten y creen fuerte y poderosos. Aquellos que están en el poder o instalados en las riquezas y se sienten que van a perder sus estatus quo. Nos damos cuenta entonces lo difícil que supone para una persona instalada en el poder, riqueza u otro estatus salir de sí mismo y aceptar un bautismo de conversión. Se necesita vaciar nuestro corazón de tantas cosas, a fin de cuentas que no sirven para mucho, son finitas y caducas, y llenarlo de la plenitud y gozo de felicidad eterna.

jueves, 19 de noviembre de 2020

UN CAMINO SIN JESÚS ES UN CAMINO DE TINIEBLAS

Lc 19,41-44

Es posible que también nosotros nos compadezcamos de Jerusalén al leer que Jesús lloró por ella - su ciudad santa - y por sus habitantes al no reconocerles como el Mesías enviado para traerles la paz y la salvación. Sin lugar a duda, conocer que Jesús lloró es conmovedor y, hasta cierto punto, incomprensible para nosotros. 

Él, que es Camino, Verdad y Vida se emociona y compadece por su ciudad. No le han escuchado ni le han reconocido. Y sin Jesús no hay camino, no hay verdad y no hay vida.

Pero, será un grave problema para nosotros situarnos delante de Jerusalén como un simple espectador más. Porque, nosotros también somos ese Jerusalén que, quizás no le escuchamos, ni le reconocemos. Porque, ¿seguimos nosotros el mismo camino que nos señala Jesús? ¿O, por el contrario, trazamos nosotros el nuestro propio? ¿Salimos de nosotros mismos para ser otros hombres nuevos nacidos del agua y del Espíritu de Dios? ¿O permanecemos anclados, quizás como se ancló Jerusalén en el pasado, en nuestras propias convicciones e ideas?

Supongo y creo que debemos abrir los ojos y, saliendo de nosotros mismos, abrir nuestros ojos para, escuchándole, vivir en el esfuerzo de reconocerle como el Mesías enviado a salvarnos. No es cuestión de quedarnos pasivos, quietos y conmovidos, sino actuar y ponernos en marcha tras los pasos de Jesús.

viernes, 10 de enero de 2020

JESÚS, EL MESÍAS PROMETIDO

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Lc 4,14-22
Israel espera un Mesías - Mi 5, 2. - Is 7, 14. Hay muchas profecías que así lo descubren a lo largo de toda la Biblia, tanto en el A.T. como en el N.T. Pero, los judíos se habían formado un idea muy personal de como tendría que ser ese Mesías esperado y profetizado en las escrituras. Nadie imaginaba un Mesías pobre, sencillo, de apariencia pacífica y proclamando la fraternidad y el amor entre todos los hombres. No era esa la idea que el pueblo, sobre todo su aparato jerárquico y religioso que los dirigía, esperaban del Mesías prometido.

Por tanto, la aparición de Jesús tiene sus contradiciones para ellos. No entienden que sea uno más del pueblo y de familia humilde y poco destacada. Venido de un pueblo insignificante y pequeño. Nada coincide con los que ellos esperaban y con la situación en la que se encontraban bajo el dominio de los romanos. El Evangelio de Lucas, que corresponde al día de hoy dice: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy».

Jesús se declara como el Mesías enviado y presenta su tarjeta de visita. El Evangelio de Lucas dice que todos daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Eso deja al descubierto que Jesús tenía algo diferente y que sus Palabras desprendían admiración y enseñaba con autoridad. Jesús anuncia que su misión es proclamar la Buena Noticia de Salvación y se afirma como el Mesías enviado Lc 7, 18-23 -; Mt 11, 2-6.

Jesús anuncia a un Dios Misericordioso dispuesto a perdonar todos nuestro pecados a aquellos que se abren a su Palabra y a su Amor. Nos habla de un Dios Padre que le envía, como Hijo, a anunciar el Reino de Dios, sobre todo a los pobres y oprimidos a los que viene a aliviar y a darle esperanza de un mundo de justicia, de amor y de paz.

domingo, 15 de diciembre de 2019

JUAN SEÑALA A JESÚS COMO EL MESÍAS

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Mt 11,2-11
Juan había confirmado a Jesús en el bautismo del Jordán: Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo’» (Jn 1,33). Pero, estando en la cárcel quiere saber si realmente Jesús es el prometido o hay que esperar a otro. Envía a sus discípulos y la respuesta que recibe de Jesús es: «Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!».

Jesús no se afirma como el Mesías, sino que deja que tú y yo lo descubramos. Lo mismo hizo con Juan el Bautista. Eso sí , nos presenta su Vida y sus Obras. Esa es la respuesta que envía a Juan. Y Juan lo entiende y queda en paz. Ese es realmente el Mesías que había de venir y que estaba anunciado en las Escrituras. Ahora, te toca a ti y a mí responder. Juan ya lo hizo, pero, tú y yo estamos también seguros y confiamos en el Señor. De nada vale confesarlo con tus palabras si tu vida y tus obras no lo corroboran.

Jesús es el Señor. Nadie ha podido hacer lo que hizo y lo que hace cada día desde el Cielo. Él está vivo y camino contigo y conmigo. Su Amor y su Misericordia son Infinitas. Y en la Iglesia lo descubrimos a través del testimonio de muchos santos que, con sus vidas, nos ayudan a descubrirlo. Jesús nos enseña a amar como Dios nos ama. Él es el ejemplo del mandamiento nuevo que Dios quiere que vivamos: "Amar como Él nos ama y nos enseña por medio de su Hijo.

Nadie puede compararse con Jesús. Resulta paradójico que admiremos a mucha gente por lo que han hecho en este mundo y no descubramos la grandeza incomparable del Poder y el Amor de Dios. Jesús es la imagen visible de ese Dios invisible que no vemos, pero que experimentamos en el Amor de Jesús.

sábado, 20 de julio de 2019

TODA PROFECÍA SE CUMPLE EN JESUS

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A lo largo del Plan de salvación de Dios observamos que todas las profecías van cumpliéndose en Jesús. Él es el Hijo de Dios y el Mesías anunciado que dará a conocer el mensaje de Salvación con el anuncio de la Buena Noticia. Él nos revelará el verdadero Rostro de Dios, porque, es Él precisamente, valga la redundancia, el verdadero Rostro de Dios.

Sin embargo, el anuncio de esa Buena Noticia no es bien recibida por el pueblo elegido y, los fariseos, le buscan para eliminarlo. El anuncio de un Dios misericordioso, que pone en jaque a la ley que ellos ponían en primer lugar, empieza a molestarle. Jesús, que sospecha para que le buscan se marcha y se retira de aquel lugar y, como es lógico, la gente le sigue. Él los atiende y les curas de sus dolencias advirtiéndoles que no le descubran para que así se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: Y les mandó enérgicamente que no le descubrieran; para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «He aquí mi Siervo, a quien elegí, mi Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones. No disputará ni gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz. La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio: en su nombre pondrán las naciones su esperanza».

Ahora, el interrogante que nos suscita este Evangelio y que nos interpela, nos lleva a preguntarnos: ¿También le seguimos nosotros quizás buscando algún interés de salud o de otros problemas? ¿O le seguimos por lo que supone encontrar en Él la Vida Eterna que está implícita en nuestros corazones?  Esa es la cuestión que tanto el hombre como la mujer de todos los tiempos se plantean. 

Jesús ha venido para eso, para mostrarnos el camino, porque, Él, es precisamente el Camino, la Verdad y la Vida. Y en Él se va realizando ese plan de Salvación que Dios ha pensado desde la Eternidad para cada uno de nosotros. Sin embargo, la tarea no se ha acabado y, por eso, el Señor cuenta con cada uno de nosotros de forma libre y voluntaria. En nuestro bautismo hemos recibido el compromiso de nuestra misión y hemos sido configurados como sacerdotes, profetas y reyes para alabar, anunciar y servir según la Palabra y el Plan de amor que Dios nos revela a través de su Hijo Jesús.

Cada día comenzamos un nuevo reto y una nueva lucha. Una batalla ya ganada de antemano, porque, el Señor ha vencido al mal y, en Él, tenemos garantizada la victoria.