viernes, 22 de marzo de 2019

EL PUEBLO ELEGIDO

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Mt 21,33-43.45-46

Las autoridades judías no reconocierón al Hijo de Dios. No son los gentiles los que condenan a Jesús, sino el pueblo elegido. Su mismo pueblo no le reconoce y le rechaza condenándole a muerte. Por eso, Jesús, instaura su Iglesia apoyada en sus apóstoles, el colegio apostólico, de donde le viene el nombre de Iglesia apostólica y católica por su universalidad.

Y anuncia la Buena Noticia a todos los pueblos. Hoy, este nuevo Israel, es la Iglesia de la que Jesús espera que demos frutos. Frutos de evangelización y anuncio a todos los hombres de la Buena Noticia de Salvación. Recae sobre nosotros, porque tú y yo somos iglesia, esa misión de creer en Jesús, el Hijo de Dios vivo, y de anunciar su Reino y su mensaje de salvación. Y cuando decidimos darle la espalda estamos actuando como las autoridades religiosas del pueblo elegido.

¡Qué gran Misericordia la de Dios con el ser humano, que a pesar de rechazar a su Hijo, sigue ofreciéndonos esa maravillosa y grandiosa posibilidad de perdón! Un perdón que nos permite gozar de su gloria y compartirla con Él toda la eternidad. Realmente, ¿nos damos cuenta de esa maravilla? ¿Somos consciente de esa posibilidad que tenemos en nuestras manos? Porque, dependerá de nosotros la posibilidad de ganarnos ese perdón misericordioso ofrecido.

Sin darnos cuenta puede ocurrir que, estando dentro de la Iglesia, incurramos en el mismo delito de no reconocer al verdadero Dios, que nos interpela y se revela en su Hijo Jesucristo. Puede ocurrirnos que nos formamos una imagen de un dios fabricado por nuestra propia imaginación y no el que nos revela Jesús. Puede ocurrirnos que buscamos a un dios a nuestra medida, de acuerdo con nuestras apetencias y nuestra razón y de acuerdo con nuestra forma de entender la justicia, la ley y hasta la vida.

Tratemos de no ver las cosas como nos gusta sino de escuchar, en serena y silenciosa reflexión, lo que Jesús nos dice a través de su Palabra y de abrirnos a su mensaje auxiliados e iluminados por su Espíritu.