miércoles, 29 de junio de 2022

PEDRO Y PABLO

Todo empieza y termina en Jesús. Sin Él nada tiene sentido y, la vida, nuestra vida, seguirá las indicaciones, ideas y proyectos del hombre. Proyectos siempre sujetos al error, a la tentación y al pecado. Porque, el hombre, de naturaleza débil, es pecador. Y si pecador, comete errores y equivocaciones y, guiados ciegos por ciegos, caerán al abismo. Por eso, sin Dios no hay Camino, no hay Verdad y, por supuesto, no hay Vida.

Decíamos al principio que todo empieza y termina en Dios. Sin fe no hay planteamiento ninguno. Bueno, sí, desde el hombre, pero ya sabemos que el hombre se equivoca. Observamos que la vida, según el hombre, está llena de errores, y muchos graves, que han tarado y parado la trayectoria recta del hombre. De ahí que digamos que Dios escribe recto usando los renglones torcidos de los hombres.

Y la fe es un don de Dios. Lo es porque el hombre no puede entender la grandeza inmensa de Dios y, creer en Él es un acto de fe que nos viene de lo alto. Es lo que hoy comprobamos en el Evangelio, donde Pedro manifiesta, impulsado y asistido por el Espíritu Santo, que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios Vivo. Ahora, la pregunta, ¿y nosotros, tenemos fe?

 

Pedro, mirando a Manuel pensaba «¿es la fe algo que se puede conseguir por nuestra voluntad y empeño?»

Y viendo a Manuel como pensativo se atrevió a preguntarle.

―Crees, Manuel, que la fe es algo que puede conseguir el hombre.

―La fe es un don de Dios y, solo por la Gracia de Dios podemos recibirla.

―Entonces ―dijo Pedro― no tendremos culpa si no creemos, ¿no te parece?

―Siempre seremos responsables ―respondió Manuel. Es posible que creer en Dios no dependa tanto de nosotros como de un don de Dios, pero, en nuestros corazones está grabado la semilla de Dios – el amor – y de ser fiel y responder a esa llamada será responsabilidad de nosotros.

Pedro estaba confuso y algo aturdido ante la respuesta de Manuel.

―Además ―siguió Manuel― la fe, siendo un don de Dios, tenemos nosotros la responsabilidad de buscarla, de pedirla y de abrirnos a ella. Hay muchas razones que nos hablan de la necesidad de creer, de fiarnos de la Palabra de Dios. Y, precisamente, por la Palabra podemos dar paso al nacimiento, por la Gracia de Dios, a la fe.

―Creo que tienes razón, Manuel. Siento y ardo en deseos de creer y de llenar mi corazón de fe, de confianza en la Palabra de Dios. Y eso es una manera de abrirnos y de pedirla. Y Dios no nos fallará. Nos la irá dando en la medida que también nosotros la trabajemos y le demos la confianza para que nazca la fe en nosotros.

―No olvidemos ―concluyó Manuel― que creer es fiarse de la Palabra de Dios.

 

Sin lugar a duda, la fe es un don de Dios. Pero, un don que necesita colaboración por nuestra parte. Porque, de no ser así, no tendríamos, entre paréntesis, mérito por nuestra parte. Fe significa fiarse, creer y, sin ver, confiar en lo que Jesús nos dice respecto a su Padre del Cielo. Y, en la medida que tú te fías de la Palabra de Dios, la fe, por obra y Gracia de Dios, crece en ti.