Todo
empieza y termina en Jesús. Sin Él nada tiene sentido y, la vida, nuestra vida,
seguirá las indicaciones, ideas y proyectos del hombre. Proyectos siempre sujetos
al error, a la tentación y al pecado. Porque, el hombre, de naturaleza débil,
es pecador. Y si pecador, comete errores y equivocaciones y, guiados ciegos por
ciegos, caerán al abismo. Por eso, sin Dios no hay Camino, no hay Verdad y, por
supuesto, no hay Vida.
Decíamos
al principio que todo empieza y termina en Dios. Sin fe no hay planteamiento
ninguno. Bueno, sí, desde el hombre, pero ya sabemos que el hombre se equivoca.
Observamos que la vida, según el hombre, está llena de errores, y muchos graves,
que han tarado y parado la trayectoria recta del hombre. De ahí que digamos que
Dios escribe recto usando los renglones torcidos de los hombres.
Y
la fe es un don de Dios. Lo es porque el hombre no puede entender la grandeza
inmensa de Dios y, creer en Él es un acto de fe que nos viene de lo alto. Es lo
que hoy comprobamos en el Evangelio, donde Pedro manifiesta, impulsado y
asistido por el Espíritu Santo, que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios Vivo.
Ahora, la pregunta, ¿y nosotros, tenemos fe?
Pedro,
mirando a Manuel pensaba «¿es
la fe algo que se puede conseguir por nuestra voluntad y empeño?»
Y
viendo a Manuel como pensativo se atrevió a preguntarle.
―Crees,
Manuel, que la fe es algo que puede conseguir el hombre.
―La
fe es un don de Dios y, solo por la Gracia de Dios podemos recibirla.
―Entonces
―dijo Pedro― no tendremos culpa si no creemos, ¿no te parece?
―Siempre
seremos responsables ―respondió Manuel. Es posible que creer en Dios no dependa
tanto de nosotros como de un don de Dios, pero, en nuestros corazones está
grabado la semilla de Dios – el amor – y de ser fiel y responder a esa llamada
será responsabilidad de nosotros.
Pedro
estaba confuso y algo aturdido ante la respuesta de Manuel.
―Además
―siguió Manuel― la fe, siendo un don de Dios, tenemos nosotros la responsabilidad
de buscarla, de pedirla y de abrirnos a ella. Hay muchas razones que nos hablan
de la necesidad de creer, de fiarnos de la Palabra de Dios. Y, precisamente,
por la Palabra podemos dar paso al nacimiento, por la Gracia de Dios, a la fe.
―Creo
que tienes razón, Manuel. Siento y ardo en deseos de creer y de llenar mi
corazón de fe, de confianza en la Palabra de Dios. Y eso es una manera de
abrirnos y de pedirla. Y Dios no nos fallará. Nos la irá dando en la medida que
también nosotros la trabajemos y le demos la confianza para que nazca la fe en
nosotros.
―No
olvidemos ―concluyó Manuel― que creer es fiarse de la Palabra de Dios.
Sin lugar a duda, la fe es un don de Dios. Pero, un don que necesita colaboración por nuestra parte. Porque, de no ser así, no tendríamos, entre paréntesis, mérito por nuestra parte. Fe significa fiarse, creer y, sin ver, confiar en lo que Jesús nos dice respecto a su Padre del Cielo. Y, en la medida que tú te fías de la Palabra de Dios, la fe, por obra y Gracia de Dios, crece en ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.