No se trata de que
las tradiciones sean malas o falten a la ley. Nada de eso, pero hay circunstancia
que esas obligaciones tradicionales pueden ser muy graves cuando por el cumplimiento
de la tradición se oculta y desvía la Voluntad de Dios. Podemos estar cayendo, por
cumplir con la ley tradicional, en el pecado de poner a Dios en un segundo
plano o, peor todavía, excluirlo de nuestra ley para hacer la nuestra.
Nunca se puede
omitir el cuidado de los padres. No está bien, aunque quieras disimularlo con
la ley o tradición, despojarte de tu responsabilidades. Honrar padre y madre es,
no solo un mandato de nuestro Padre Dios, sino un deber que nace desde lo más
profundo de nuestros corazones. No puedes justificarte utilizando todo lo que
la ley o tradiciones puedan favorecerte para evitar tu responsabilidad de honrarlos.
No se puede obviar la Voluntad de Dios y reflejarla en los actos cotidianos de nuestra vida, sobre todo, en relación y cuidados con nuestras familias. Nuestras leyes y tradiciones tienen que ser reflejos de la Bondad y Misericordia de nuestro Padre Dios. Sería contradictoria cumplir la ley cuando ese cumplimiento contraviene la bondad y misericordia de Dios. Es evidente que, aunque lo queramos disfrazar, nos damos cuenta de que el amor y la misericordia deben estar presente en nuestras relaciones con los demás. ¡Cuánto más con nuestros padres y familiares!