Mt 11,20-24 |
En
el Evangelio de hoy, Jesús lo dice muy claramente: (Mt 11,20-24): En
aquel tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían
realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de
ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran
hecho los milagros que se han hecho en…
Y
en la actualidad, a pesar de la propuesta que, en nombre de Jesús, hace la
Iglesia, el rechazo es ingente. El hombre pretende endiosar su propia vida con
sus ideas y proyectos. Es de dura cerviz y no acepta el proyecto del amor que
Jesús, en nombre de su Padre, les ofrece. Siguen, erre que erre, empecinados en
satisfacer sus egoísmos, sus afanes de riquezas, de poder y de venganza.
Piensan que la felicidad que, irremediablemente buscan en lo más profundo de su
corazón, está en este mundo y en dar satisfacción a sus pasiones y ambiciones
terrenales.
―¿Acaso
no hay dentro de mí una aspiración eterna? ―dijo Manuel levantando su voz y
afirmándolo con profunda emoción.
―Evidentemente
―respondió Pedro. Todos tenemos esa chispa de eternidad que bulle en lo más
profundo de nuestro corazón y nos empuja a buscar la vida eterna.
―¿Y
cómo es posible que, el hombre, no se dé cuenta y advierta que este mundo no
responde a sus verdaderas ansías de felicidad y vida eterna?
―Porque
está imbuido y sometido por el poder del Maligno. Sus ofertas, aparentemente
más apetecibles y gozosas, son verdaderos espejismos que nos esclavizan y nos
ciegan en la más terrible oscuridad.
―Así
es ―concluyó Manuel. Ni siquiera la acción del Señor alterando las leyes
naturales – milagros – les abre los ojos.
Y esa es la realidad, vivimos en la oscuridad aceptándola con resignación y cerrados a la Palabra de Dios. No nos damos cuenta de que estamos llamados a la Vida Eterna y que la Palabra de Dios, en su Hijo Resucitado, es fundamento de nuestra fe. Porque, sencillamente, basta con decir que Jesús, el Señor, fue crucificado, muerto y Resucitó al tercer día. Ese es fundamento de nuestra fe. No hay más signo, lo que sigue es fiarnos de su Palabra.