martes, 12 de julio de 2022

¡A PESAR DE LOS MILAGROS!

Mt 11,20-24

El hombre de dura cerviz le cuesta aceptar la realidad y la acción de Dios. Se aleja de la Palabra de Dios y rechaza su propuesta de Amor Misericordioso a pesar de su Amor incondicional y de su acción milagrosa. No nos extraña, por tanto, que hoy, igual que ayer, la gente no responda, a pesar de los milagros, a la llamada a la conversión.

En el Evangelio de hoy, Jesús lo dice muy claramente: (Mt 11,20-24): En aquel tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en

Y en la actualidad, a pesar de la propuesta que, en nombre de Jesús, hace la Iglesia, el rechazo es ingente. El hombre pretende endiosar su propia vida con sus ideas y proyectos. Es de dura cerviz y no acepta el proyecto del amor que Jesús, en nombre de su Padre, les ofrece. Siguen, erre que erre, empecinados en satisfacer sus egoísmos, sus afanes de riquezas, de poder y de venganza. Piensan que la felicidad que, irremediablemente buscan en lo más profundo de su corazón, está en este mundo y en dar satisfacción a sus pasiones y ambiciones terrenales.

 

―¿Acaso no hay dentro de mí una aspiración eterna? ―dijo Manuel levantando su voz y afirmándolo con profunda emoción.

―Evidentemente ―respondió Pedro. Todos tenemos esa chispa de eternidad que bulle en lo más profundo de nuestro corazón y nos empuja a buscar la vida eterna.

―¿Y cómo es posible que, el hombre, no se dé cuenta y advierta que este mundo no responde a sus verdaderas ansías de felicidad y vida eterna?

―Porque está imbuido y sometido por el poder del Maligno. Sus ofertas, aparentemente más apetecibles y gozosas, son verdaderos espejismos que nos esclavizan y nos ciegan en la más terrible oscuridad.

―Así es ―concluyó Manuel. Ni siquiera la acción del Señor alterando las leyes naturales – milagros – les abre los ojos.

 

Y esa es la realidad, vivimos en la oscuridad aceptándola con resignación y cerrados a la Palabra de Dios. No nos damos cuenta de que estamos llamados a la Vida Eterna y que la Palabra de Dios, en su Hijo Resucitado, es fundamento de nuestra fe. Porque, sencillamente, basta con decir que Jesús, el Señor, fue crucificado, muerto y Resucitó al tercer día. Ese es fundamento de nuestra fe. No hay más signo, lo que sigue es fiarnos de su Palabra.