No hay nadie
insignificante para el Padre. Es Padre de todos y ha todos quiere albergar,
cuidar, proteger y hacer feliz. De tal manera que si hay alguno que se ha
perdido, está en peligro de descarrilamiento o de precipitarse a los infiernos,
el Padre sale a buscarlo, está pendiente de él y sostiene siempre sus brazos
abiertos a su vuelta a casa, a su conversión.
Las cosas no
suceden por que sí, todo tiene un finalidad para nuestro Padre Dios. En los
peligros y enfermedades Dios está presente. Todo tiene un sentido de sanación,
de contrición y arrepentimiento cuando se soportan con paciencia en íntima
relación con Dios. Las enfermedades, dolores y adversidades son aprovechadas
por Dios para que nos sirvan para la salud del alma. Él nos ha dado ejemplo con
su Vida, y, sobre todo, en la Cruz.
Por tanto, nuestro
Padre no quiere que nada se pierda. Buscar a la oveja descarriada; encontrar la
moneda perdida, son parábolas que nos descubren esa intención de Dios de
buscarnos hasta el extremo de entregar la Vida de su Hijo para que reaccionemos
y nos demos cuenta de su Infinito Amor y Misericordia.
Ten por seguro que Dios, aunque le des la espalda y tu mirada se desvíe para otro lado, Él está siempre pendiente de ti. Te busca, te llama y, pacientemente permanece a tu lado esperando que vuelvas su mirada hacia Él. Su Amor y Misericordia son Infinita, y te esperaran hasta el último día de tu vida, sin represalias ni reproches. Simplemente con amor y misericordia.