Diríamos que hay
muchas personas buenas, y posiblemente tendrán su premio. Sólo Dios, juez universal,
sabrá dar a cada cual su recompensa. Y de forma gratuita, porque todo nos viene
de regalo por amor. Sin embargo, un cristiano tiene, o mejor, debe de terne un
actitud y forma de comportarse muy singular y diferente a todas las demás.
Un cristiano no
puede quedarse en ayudar al amigo, al necesitado, sino también al enemigo y al
que le rechaza o le odia. Un verdadero cristiano se distingue y se nota cuando
es capaz de perdonar al que le hace mal, y a pesar de sus ofensas está siempre
abierto al perdón. Y no por masoquismo ni nada parecido, simplemente porque así
le ama su Padre Dios.
Cada uno de nosotros, hijos de Dios, somos perdonados – sin merecerlos – por nuestro Padre Dios. Perdonados a pesar de nuestras indiferencias, rechazos e insistencias en seguir erre que erre. Y si Dios, mi Padre, perdona así, ¿cómo no yo voy a perdonar al que me ofende y re rechaza? Precisamente, nos dice el Señor: "Misericordia quiero, y no sacrificios" - Mt 12, 1-8 -. El cristianos se diferencia en eso, en que perdona al enemigo. Y lo puede hacer, no por su propia capacidad, sino por la Gracia de Dios, pues, nuestra humanidad no nos permite hacerlo. Eso nos descubre la necesidad que tenemos de estar unidos al Señor.